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Oriente y el Retorno de su Vieja Hegemonía

Por Silvano Pascuzzo. Rusia ha desafiado, con su invasión de Ucrania, los parámetros impuestos al Mundo, entre 1945 y 1950, por las potencias occidentales atlánticas; los Estados Unidos y la Gran Bretaña. Ese orden, discutido por Iosif Stalin y aceptado por sus sucesores, saltó por los aires en 1991, con la desaparición de la U.R.S.S. Desde entonces, hemos asistido al intento de modelar el Mundo a imagen y semejanza de los deseos de Washington y Londres; y a la emergencia de estallidos de protesta que buscaron – de uno y mil modos – evitarlo: desde el Fundamentalismo a los Movimientos Sociales; desde el Ecologismo hasta la resistencia Cultural de las minorías.

Pero, lo paradojal e interesante del asunto, es que la configuración de los nuevos equilibrios, no está surgiendo de las sociedades civiles o los grupos vanguardistas de Occidente; sino de un conglomerado de estados nacionales que en el último siglo, han pasado por dos experiencias distintas, pero complementarias: la Modernización Económica y la Revolución Política. En 1917 – Rusia – en 1949 – China – y en 1979 – Irán - ; quedó cancelada la etapa Colonial en esos países, mediante la violentación de las viejas tradiciones e instituciones que habían impedido hasta entonces, su despliegue como entidades soberanas. La destrucción de la Autocracia zarista, de la monarquía Imperial manchú y del Khanato persa; fue lo que les posibilitó iniciar el camino hacia eso que en los años sesenta, solía llamarse: el Desarrollo.

El Capitalismo arraigó así, en sociedades que lo habían sufrido como mecanismo exógeno de dominación; impuesto ahora, gracias a la acción de estados fuertes y promotores del crecimiento y la inversión pública y privada; pero sosteniendo principios abiertamente opuestos a los de Occidente. Esos procesos, han dado sus frutos y les han permitido a Rusia, a China y a Irán, ir conformando – lentamente – un eje alternativo de poder global. Civilizaciones milenarias, se recrean bajo formatos que toman de sus antiguos opresores, el sistema de acumulación y la tecnología; pero que rechazan el resto de su arquitectura ideológico conceptual.

Los quinientos años de dominio occidental del planeta; iniciados con los viajes de Cristóbal Colón y de Vasco da Gama; están llegando a su fin. Asistimos no sólo a un “cambio en el sistema internacional”, sino más bien a un retorno de lo que siempre ha sido: la preponderancia de Oriente en materia productiva, comercial y geopolítica. Europa fue – hasta el Renacimiento – una zona “subdesarrollada y periférica” de las grandes civilizaciones de la India, China y Persia. Sólo la debilidad y decadencia interna de éstas, en los siglos XVI y XVII, dio espacio a Occidente, para imponer su dominio, mediante esa herramienta que Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), denominara gráficamente como: el Imperialismo.

Es necesario comprender en éste sentido, que el Capitalismo ya es un sistema global, horizontalmente difundido, tal y como lo predijeran Adam Smith y Karl Marx. Ya no hay “Centro y Periferia”, sino múltiples focos de desarrollo desigualmente distribuidos; conviviendo con áreas menos favorecidas, al interior de las naciones estado. Esto ha debilitado mucho a las potencias tradicionalmente hegemónicas, y le ha dado a la zona otrora dependiente, un espacio para reclamar su lugar, en un escenario complejo y diverso. Es evidente, además, que la Cultura Europeo Atlántica, retrocede en su ya lejana e indetenible expansión universalista, hundida en una "profunda crisis de certezas”. En eso que Friedrich Nietzche denominara el Nihilismo. Otras cosmovisiones muy antiguas, renovadas y modernizadas por mediación del Capitalismo y el Nacionalismo, se fortalecen y consolidan como alternativas de organización social, y lo hacen con mayor eficiencia, orden y equidad.

El Mundo avanza así, hacia grandes transformaciones, que serán, sin dudas, cataclísmicas y violentas. Ningún poder dominante se rinde sin luchar, y ninguna fuerza emergente; sí es sólida; se detiene ante amenazas. La guerra en Ucrania es un episodio cruento, terrible y doloroso, pero explicable a partir de una mirada que identifica el decurso de la Historia, como un proceso de múltiples velocidades y cadencias, tal y como nos lo enseñara el Maestro de la Escuela de los Annales: Fernand Braudel. Se está modelando el destino de la Humanidad, en medio del apogeo, crisis y decadencia de las Civilizaciones que dominaron la Tierra en los últimos cinco siglos. “Nada muere, todo se transforma”, dijo Heráclito, en los albores de la venerable Grecia; y nosotros, hijos de Occidente, formados en la idea del Progreso lineal y acumulativo, tenemos la obligación de mirar el Mundo actual, con otra perspectiva; si no queremos ser víctimas de profundas transformaciones, cegados por el miedo, la ceguera y la ignorancia.

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