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El Anarco Capitalismo, no es Liberalismo.

La Ideología detrás, de un Violento Extravagante. Por Silvano Pascuzzo.



Hay una fascinación en el Presidente de la República, por el dolor y por el sufrimiento, como vías de redención. Algunos adjudican esto, a supuestas perversiones, mientras otros, creen que estamos en presencia de la venganza diferida de “un niño abusado y maltratado”. No ponemos en duda dichas interpretaciones, ya que Javier Gerardo Milei es un tipo proclive a mostrar recurrentes inestabilidades emocionales; pero también advertimos que es un fanático, que cree con honestidad, tanto en lo que dice como en lo que hace. Muchas de sus destempladas afirmaciones públicas, se inspiran en una estructurada y lógicamente elaborada; en una ideología sistémica, surgida de círculos académicos conservadores, luego de la Segunda Guerra Mundial, incluso, más antiguos.

 

El Anarquismo Libertario tuvo su padre fundador en Adam Smith (1723-1790), quien luego de estudiar Ética o Filosofía Moral en Cambridge, descubrió a los “sofistas”, esos enemigos de Sócrates, tan vituperados por Platón. En el Tratado Sobre los Sentimientos Morales de 1759, Smith identificaba al “Gobierno”, como al aliado principal de los grupos dominantes que, de forma monopólica y abusiva, controlaban el comercio y las finanzas en la Inglaterra del siglo XVIII. El concepto de “Mercado”, constituía en su novedoso esquema analítico, una especie de: “utópico campo de interrelaciones entre sujetos egoístas”, movidos exclusivamente por su propio interés. La “dimensión de lo colectivo”, era para él, un espacio de “imposiciones arbitrarias”, una peligrosa abstracción que, con el bello nombre de “Justicia”, había legitimado siempre todas las desmesuras e inequidades. Había que reducir las regulaciones al mínimo, porque: “una sociedad deseable y ética, es una sociedad sin Estado, autorregulada y libre”.

 

Los Liberales Clásicos, sin embargo, no creían – al contrario de Smith – que: “el egoísmo fuera el motor de la felicidad humana”, sino el origen de la barbarie y la violencia. John Locke (1632- 1704)estaba convencido – por ejemplo – que: “Sin Estado y sin Ley, el Orden Social es imposible” y, en consecuencia, “los más fuertes y poderosos, se impondrán a los débiles de modo inexorable”. Para el hijo de pastor evangélico, la “Justicia no es una abstracción”, ni la Ética un obstáculo para la Felicidad humana. En Dos Tratados Sobre el Gobierno Civil, de 1791, había escrito lo siguiente: “La sociedad libre y el derecho civil, son lo opuesto a la anarquía y al estado de naturaleza. En estos últimos, vemos reinar la Injusticia; al contrario de en los primeros, en los que los hombres son solamente esclavos de la ley y de la autoridad encargada de velar por su vigencia efectiva”. Llamar a los anarco capitalistas como liberales, es un error serio, que en estos tiempos confusos, convendría evitar.

 

Diremos que, de cualquier modo, fue la crisis económica de 1929 y los efectos revulsivos que ella produjo en los ámbitos cultos de Europa y Estados Unidos, lo que dio origen a la “corriente anarco libertaria”. Sería pues un exiliado, un perseguido político del Nazismo, el fundador de la moderna estirpe de “enemigos del Estado”. Friedrich Von Hayek (1899-1992), había nacido y estudiado en Viena, junto a Ludwig Von Mises (1881-1973), el reconocido economista ultra ortodoxo, padre del “Monetarismo”. Al arribar a Gran Bretaña en 1931, se vincularía a la élite profesoral conservadora de la London School of Economist de Cambridge, dónde había concurrido como alumno y trabajado como docente John Maynard Keynes (1883-1946), creador y difusor de la Nueva Teoría General, en la que, el Estado, estaba llamado a cumplir un papel decisivo. Hayek era, a todas luces, un inconformista, un adversario de la moderna sociedad de masas, a la que identificaba genéticamente, con el Comunismo y el Fascismo; a su modo de ver, productos inevitables de las “Teorías Colectivistas”, herederas del pensamiento autoritario de Platón y Aristóteles, y del “Cristianismo Tomista”, en todas sus diversas derivaciones. La “Comunidad” era para Hayek, una idea negadora de la “Libertad”, madre de los “totalitarismos de izquierda y derecha En Camino de Servidumbre, un libro de 1944, el profesor austríaco declaraba la guerra “a todos los colectivismos”, iniciando una cruzada que duraría décadas.

 

Hay que entender que los “Minarquistas” o “Libertarios”, no se basan para construir sus interpretaciones sobre el Mundo, en categorías emanadas de la ciencia económica; sino en principios sacados acríticamente de la “Filosofía Moral Utilitarista”, en su sentido primigenio y más pueril. Son “utopistas”, en la medida en que proponen una vida social radicalmente distinta a la existente sobre la Tierra, desde la invención de la agricultura. Su “Ser Humano Ideal” no tiene referentes o anclaje en la vida material ordinaria, sino en una cantidad de abstracciones genéricas, en axiomas de los que se desprenden enunciados lógicos, sin referentes empíricos. Sus ataques a los que no piensan como ellos, están basados en el fanatismo propio de mentes endogámicas y obtusas, acostumbradas a pontificar desde los púlpitos, en éste caso académicos.

 

Ejemplo de ella, fue la obra de Robert Nozick (1938-2002) Anarquía, Estado y Utopía, de 1974. Allí podemos leer, una expresa reivindicación de la “autodeterminación anarquista”, como “forma espontánea de organizar eficientemente las relaciones humanas”, y al mismo tiempo, un ataque furibundo a todas las “formas colectivistas moderadas”, desde el Liberalismo al Socialismo Democrático. Nozick presenta una Teoría Política que busca supuestamente, terminar con la hegemonía doctrinaria del Marxismo en los medios académicos occidentales, postulando una alternativa que niega e ignora, cualquier experiencia histórica práctica. Rigurosamente lógico, el libro fue muy comentado en los años 80 y 90 del siglo XX, un momento clave en la reconfiguración ideológica del mundo capitalista.

 

Por otro lado, hay en el anarco capitalismo, una desconfianza profunda por las “instituciones representativas de la Democracia Liberal”; como puede verse en el clásico de 1965 El Cálculo del Consenso, de los profesores Gordon Tullock (1922-2014) y James Buchanan (1919-2013). Estos se propusieron elaborar una compleja explicación, ilustrada por innumerables fórmulas matemáticas – de las dudas surgidas en esa época, en torno a la estabilidad a largo plazo de los regímenes políticos occidentales, surgidos de la postguerra. En sus páginas hay resonancias de viejos prejuicios conservadores hacia las masas, expresados por términos académicos como: “costos de transacción”, “óptimos y subóptimos de la agregación de intereses” y otros por el estilo. La “Política” en su opinión, era algo “caro y a la postre ineficaz para resolver los problemas sociales”. Una opinión que escuchamos hoy en día, en la boca de comunicadores y periodistas de ultra derecha.

 

Serían, no obstante, Kenneth Arrow (1921-2017) y Mancur Olson (1932-1998) quienes en sendos libros: Elección Social y Valores Individuales (1974) y La Lógica de la Acción Colectiva (1980), quienes atacarían con más fuerza a los partidos políticos, movimientos sociales y sindicatos obreros. En sus argumentaciones, ambos desmitifican – o eso intentan hacer – todas las “construcciones colectivas”, acusándolas no sólo de ser arbitrarias en sus métodos, sino también inconducentes a la hora de cumplir con sus fines específicos. Mancur Olson niega que: “la acción colectiva sea otra cosa que un artificio al servicio de la casta dirigente”; mientras que Kenneth Arrow habla directamente - en su famoso Teorema – de “su imposibilidad práctica”. Dos simplistas y brutales ataques a todo lo que no sea el individualismo más rancio, instrumentos – sin duda – muy útil en manos de los grupos económicos hegemónicos, interesados en “erradicar de las sociedades modernas, todo vestigio de colectivismo”.

 

   Como vemos, hay detrás del “Fantoche excéntrico y agresivo” que nos gobierna, un cuerpo doctrinario que debería ser conocido en profundidad por quienes nos oponemos a sus ideas y a sus políticas. Hay un trasfondo ético en las desmesuras de éste personaje brutal e ignaro que, añadido a sus características psíquicas, constituyen una “bomba de tiempo a punto de estallar”, la convivencia democrática en la Argentina. Javier Milei, en síntesis, será un loco o un demente, pero en su cabeza inestable – más o menos alienada – resuenan voces perturbadoras y potentes, que alimentan a egoístas y mercenarios, desde altas opiniones académicas.

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