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Memoria de un misionero palotino

Por Silvano Pascuzzo

A Roberto Killmeate lo conocí cuando era niño. Allá por 1978, él era uno de los sobrevivientes de la “Masacre de San Patricio”, perpetrada por los esbirros del Grupo de Tareas 3.3.2 de la Armada, el 4 de julio de 1976. Vivíamos tiempos muy duros, y su figura se convirtió, para mí, en algo realmente iluminador. Recuerdo sus sermones, claros, contundentes, de gran elocuencia, llenos de coraje. Los sábados, sus misas, abarrotadas de público, eran para todos los miembros de la comunidad Palotina de Belgrano, una luz de esperanza y de fe en el futuro.


Siendo aún joven, ya había creado su primer emprendimiento social, una cooperativa para la construcción de viviendas, de la que mi padre fue miembro fundador y colaborador asistente. Conocí pues el barrio en sus inicios, y lo vi caminarlo de punta a punta, con su proverbial energía. Junto a Teresa Varela - monja de gran ternura y compromiso, una hermosa mujer caboverdeana, que tiempo después fundaría en San Marcos Sierra, provincia de Córdoba, una obra pastoral extraordinaria - eran un “tándem” demasiado peligroso para quienes creían que estar junto a los que sufren, era asumir posiciones “subversivas”.


Cuando se marchó rumbo a Añatuya, en Santiago del Estero, continuamos vinculados con él, y supimos de su trabajo con los obreros rurales de la zona, de sus conflictos con los terratenientes y los políticos conservadores. Pudo, no obstante, ayudar a dar forma al “Movimiento Campesino Santiagueño” (MOCASE). Cuando tuvo lugar el conflicto del gobierno popular con las patronales agropecuarias, en 2008 y 2009, los compañeros de esa agrupación estuvieron dónde debían estar. Pudimos, junto a mi viejo, verlos desfilar orgullosos por Diagonal Sur, manifestando su presencia, otra realidad, hasta entonces invisible.


Dejó Roberto el sacerdocio, y se radicó en el Sur, de la mano de su amigo Jorge Kelly y de Monseñor Hesayne, Obispo de Río Negro. En los años que siguieron, ayudó a crear “Surcos Patagónicos” y “El Mercado de la Estepa”, una asociación civil y una marca, que reúnen – todavía hoy – a productores y artesanos de los alrededores de San Carlos de Bariloche. Estuve con él dos veces, en sendos viajes y pudimos hablar de tiempos pasados y de viejos recuerdos compartidos.


En 2010, coincidimos un 4 de Julio, en la misa de homenaje a nuestros mártires, en la Parroquia de San Patricio. Fue un hermoso momento, pues mi viejo y él se fundieron en un intenso y largo abrazo, que hoy sé, fue una despedida.


Luchó por la reapertura de la causa judicial y dio su testimonio en la película que relata los acontecimientos de aquella noche terrible, en la que nuestras vidas, cambiaron para siempre.


Cuando falleció, sufrí intensamente, porque todavía los pobres del lejano sur y de la Patria toda, lo necesitaban. Fundé, con otros compañeros, un Centro de Estudios que lleva su nombre, en el que tratamos de devolverle algo de lo mucho que le debo a Bob, como cristiano y como persona. Por suerte, pude decírselo la última vez que nos vimos. Siempre lo llevaré como ejemplo de

luchador social comprometido.


“Koinón” inaugura su sección “Haciendo visible lo invisible”, inspirado en una frase por él pronunciada, en la charla que hemos compartido en el número anterior. Escucharla, creemos, puede ser un disparador, para nuevas luchas y nuevos emprendimientos, que busquen hacer justicia y devolver dignidad a quienes un orden injusto, se las niega. Gracias querido Roberto, por tu fe en el hombre y por tu ejemplo de servicio, y de amor infinito a tu Patria y a tu Pueblo.

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