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Hacia un Acto Ejemplificador

Por Silvano Pascuzzo. Es de manual, por no decir algo demasiado evidente, que la crisis simultánea de los gobiernos conservadores y de derechas en América del Sur y el Caribe, han traído., como respuesta, una articulación creciente de los grupos más radicalizados del anti populismo; que, para variar, tienen sus terminales a orillas del río Potomac, en la capital de la Gran República Imperial. Obscenamente, descaradamente, el entramado y la colusión de intereses fácticos ha quedado a la vista, para quienes deseen observar críticamente los acontecimientos, sin ideologismos rígidos, ni odios inveterados.



Electoralismo o Estrategia Integral.

Hay razones para pensar, que los tiempos que se avecinan, serán realmente duros. Habrá un recrudecimiento de la confrontación interna en nuestros países; obligando a los sectores nacionales y populares, a elaborar planes menos difusos y líquidos que los actuales. Las elecciones, elemento esencial de toda construcción política democrática, no deben ser, ni mucho menos, la única herramienta para condicionar y superar los movimientos de los poderes fácticos, enmascarados detrás del cacareo confusionista y procaz de la prensa concentrada, que hace gustosa, de vocera de los mismos. También están a disposición el Estado y la organización social, territorial y local; así como la modelación de un espíritu de lucha y resistencia, que debe ser recreado y resignificado, a partir de la mística, el compañerismo y la determinación de objetivos y metas trascendentes.


El envío de material militar y policial a la Dictadura de Bolivia, así como las protestas en Cuba, el asesinato del Presidente de Haití y otros hechos registrados en el Continente; denotan un virulento accionar de las derechas, que no siempre encuentra en sus adversarios, respuesta y contrapuntos adecuados. Algo que resulta preocupante, en un contexto global de crisis sanitaria y depresión económica; así como de reformulación del equilibrio de poder entre las grandes potencias. Regionalmente; el impulso conseguido en la primera década del siglo XXI por los movimientos populares, se ha frenado, y la situación actual registra un retroceso notable, agudo y profundo, de enormes consecuencias hacia adelante.


El primer elemento a considerar es, sin dudas, eminentemente político. Los grupos conservadores no juegan el juego inocuo y presuntamente trasparente de la “Democracia Liberal”. Interpretan la realidad y actúan sobre ella, con un enfoque y una actitud del tipo de la descripta por Carl Schimtt como: “Lógica del Amigo-Enemigo”. Disponen de las piezas a su disposición sin límites morales ni jurídicos, escalando y confrontando en un esquema binario, que edifica identidades por la negativa, deshumanizando y descalificando al otro. La tibieza y el prolijo respeto a las buenas costumbres, le son absolutamente desconocidos. Hacen literalmente: la Guerra.


La segunda cuestión, implica la construcción socio comunitaria que debe siempre acompañar la lucha por la conquista del Poder. Aglutinan las derechas, a grupos corporativos; pero también “voluntades dispersas”. Ahí hay que centrar la mirada: en ese conjunto de individuos lábiles ética e ideológicamente, mudables y acomodaticios; que, en las sociedades post modernas, conforman el grueso de los electorados de las democracias contemporáneas. Ellos están dispuestos a creer casi todo lo que se les dice desde lo alto de la pirámide social, puesto que razonan unilateralmente, con simplicidad apabullante y una asimilación de información. por criterios valorativos muy claros. Nada de lo que sienten o creen, implica la duda como filtro; sino más bien, por el contrario, portan una Fe en la “verdad”, difundida velozmente por los medios de comunicación, y sostenida, analizada e interpretada, de un modo aparentemente aséptico y racional. Una mistificación que se reviste de oropeles profesionales, pero que, en su dogmática articulación, destruye la conciencia y fomenta un odio furibundo y emocional.


Asumiendo, en tercer lugar, que representan el futuro y el devenir natural de las cosas, saben imponer puntos de vista y ejecutar acciones que constituyen piezas de un ensamblaje mucho mayor, orientado a la destrucción del oponente y a la dominación de los ejes medulares del poder social. La disputa en la que se sienten inmersos, no es nunca ni parcial, ni limitada; sino integral y total. Los vasos comunicantes de su estrategia, el nivel de planificación y coordinación que suelen demostrar, son pilares esenciales en el desenvolvimiento de sus proyectos políticos. Las elecciones, incluso representan algo menor, frente a la batería de recursos y herramientas, que suelen poner en juego.


Por eso no sorprende, o no debería sorprender, que tipos como Mauricio Macri y sus secuaces, hayan hecho todo lo que han hecho, para llegar al poder, y en el ejercicio del mismo. Las fuerzas populares deberían considerar dichas conductas como datos, como modos de hacer política. Hay una “moralina” culposa y modosita, en los razonamientos y expresiones de intelectuales, comunicadores y dirigentes supuestamente “progresistas”, que distraen, confunden e inmovilizan. O se da la pelea a nivel sistémico contra estos conglomerados mafiosos; o se es funcional a ellos, por cobardía, ignorancia o estupidez.


Winston Churchill analizó muy bien en sus famosas Memorias de la Segunda Guerra Mundial, los efectos corrosivos y debilitantes, de la acomodación, la tibieza y el miedo, en la lucha contra los malvados. La Justicia y la Equidad, se defienden y respaldan, con organización social y una inteligencia orientada por férreas convicciones. El cálculo es lícito en política, si es parte de una evaluación realista; como paso previo de una ejecución que debe ser “implacable”. “No se conquista el Poder, recitando preces a María”, solía decir el anarquista español Buenaventura Durrutti.


Herbívoros y atildados, algunos líderes de partido y algunos funcionarios untuosos, practican modos y formas loables en términos estéticos; pero mal avenidas con la lucha por el Poder. Carecen de hondura y de carácter, para enfrentarse con grupos que no tienen frenos éticos, a la hora de combatir a sus enemigos. Se debiera saber, en consecuencia, que no van a dar cuartel, pues son un conglomerado de actores cuyo único lenguaje es el de las oposiciones binarias, tendiente a respaldar en el imaginario de la gente, la construcción de hegemonías. No creen ni en el Pluralismo, ni en la Democracia; y dan pelea en un escenario que por definición es – y siempre lo será – cruel e impiadoso.


El golpismo, la conspiración, la calumnia, la propaganda de guerra y la violencia – simbólica y real – son entonces herramientas útiles en manos de dirigentes cuyo fin último es dominar en exclusiva, todos los resortes del poder social. Esto limita las posiciones de sus oponentes, y los coloca a la defensiva. El “electoralismo” es, de tal modo, inocuo, frente a las cosmovisiones integrales y sistémicas. Se queda corto, en presencia de métodos bélicos; no pudiendo acumular masa crítica organizada, carece de efectividad y potencia, en la puja de intereses.


Hace falta, en fin, un acto ejemplificador, ejecutado por la autoridad pública, en ejercicio de sus legítimas facultades. Sólo así, se podrá torcer conductas como las que hemos descripto. Pero, a cargo del Estado, debe haber cuadros formados, serios y coherentes; que a la par, sean implacables. Salir de la comodidad de una “Ética abstracta”, para poner en marcha procesos hondamente liberadores, requiere de coraje, sabiduría y de una dosis considerable de “serena rigurosidad”, para escarnecer a los malvados, con una dosis equilibrada, pero letal, de su propia medicina.



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