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El Mercosur y la crisis de la globalización

Por Matías Slodky

El gran tractor que representaba el fenómeno de la globalización neoliberal, parece haber encontrado bastas contradicciones en el actual contexto internacional, a causa, entre otras cosas, de la pandemia del COVID-19. Esta globalización económica y política ha sido esparcida desde la década del ‘70 como una “vacuna” ortodoxa que pretendía, al principio, curar al mundo, pero la forma en que esta globalización sacrifico el desarrollo, aniquilando y sometiendo - en nuestro caso - a los países latinoamericanos, ha transformado esta “vacuna” en una grave enfermedad, que se ha mezclado con otra que, paradójicamente, la está dañando, permitiendo reabrir las posibilidades de pensar nuevos escenarios y órdenes mundiales.

Sólo para dar un ejemplo sobre la crisis de la globalización y de las nombradas cadenas globales de valores, podemos denotar la falta dramática de máscaras protectoras en todo el mundo (estaban siendo producidas en China), como tantos otros productos sumamente necesarios, que han sufrido un proceso de deslocalización, en busca de mano de obra barata hacia áreas con salarios bajos en dólares o zonas con baja presión impositiva.

En esta situación, los países y grandes corporaciones que han impulsado esta deslocalización, han demostrado que incluso producir máscaras y otros equipos de protección del personal era algo de lo que ya no eran capaces de hacer en sus propias fronteras. Al mismo tiempo, la interrupción inducida por COVID-19 de la cadena de suministro agrícola mundial amenaza con una hambruna generalizada.

Es este contexto internacional, ha tomado gran revuelo el posible acuerdo que realizaría el Mercosur de forma unilateral con países como Canadá, Singapur, Corea del Sur o la India; los mismos son impulsados de forma apresurada por la derecha regional, encarnada en el gobierno de Brasil -Jair Bolsonaro - y el gobierno de Uruguay - Luis Lacalle Pou -. La intención del acuerdo es abrir y desregular el Mercosur, a través de acuerdos de libre comercio con estos países, lo cual parece ignorar las dificultades y grave crisis de dicha iniciativa, postuladas en esta breve nota.

Por otra parte, la postura del gobierno argentino parece encontrarse en una encrucijada, debido a las presiones que los países limítrofes buscan realizar. La cancillería se propuso generar una interpretación del posible “nuevo orden” post pandemia, como también las catastróficas implicancias que traería salir a flote, luego de la pandemia, a través de un modelo de libre comercio que comprometa, más aún, la industria y puestos de trabajo argentinos, como también la recaudación del Estado, debido a la destrucción del aparato productivo - a causa de los puntos que existen en los posibles acuerdos -; en un contexto donde la gran mayoría de Estados han impulsado una fuerte contraofensiva económica para lidiar con los efectos de tipo sociales y económicos que ha generado el coronavirus. Con lo cual, reducir aún más la financiación del Estado no parece ser factible.

A su vez, las negociaciones que se han puesto en marcha proponen, en casi todos los sectores, tratos rotundamente asimétricos, respaldando la postura del Estado nacional de mirar con bastante desconfianza y ejerciendo resistencia a las negociaciones con estos países, y también presentar un novedoso esquema de dos velocidades en cuanto al proceso de negociación.

Solo alcanza ver algunos datos para estimar la destrucción que podría producir la desregulación del Mercosur y, con ello, la apertura del mercado argentino frente a este contexto.

En primera instancia, ya la OMC estima que el volumen de comercio mundial se desplomará entre un 13% y un 32% en 2020. La CEPAL, por su parte, señala que el valor de las exportaciones de la región caerá cerca del 15%, y prevé que los precios bajos se prolongarán en el tiempo, resultando aún más incierto cómo podría desarrollarse un posible tratado. Ahora bien, en cuanto a productos industriales, todas las contrapartes que entrarían en los posibles acuerdos poseen mayor desarrollo industrial relativo que los países latinoamericanos. Durante la negociación, el Mercosur, en estos casos, sólo puede excluir sectores sensibles, alargar plazos de desgravación y preservar salvaguardias. Es decir, control de daños, pero no más que esto, ya que, por ejemplo, Corea podría inundar con bienes industriales la región, donde la Argentina encuentra su principal mercado. Por caso, el 35% de las exportaciones industriales argentinas se dirigen en la actualidad a Brasil, proporción que se eleva por encima del 50% cuando se trata de pequeñas y medianas empresas.

Aquí, Corea desplazaría gran parte de la exportación nacional, como también el ingreso de divisas internacional a las arcas del tesoro, en un momento de crisis de deuda en moneda extranjera, lo cual ralentizaría a pasos agigantados nuestra recuperación económica, destruyendo a su paso vastos sectores industriales del país, comprometiendo innumerables puestos de trabajos.

En cuanto a bienes agrícolas, el Mercosur aventaja en capacidad agrícola a los otros bloques y países. Aquí, se busca ganar el mayor acceso posible, en un marco de barreras arancelarias y paraarancelarias preexistentes y ofertas restrictivas de desgravación; pero, volviendo al caso de Corea del Sur, este país suele ser muy ágil para imponer barreras fitosanitarias e impedir importaciones de alimentos. Por caso, el arroz es un ítem blindado por Seúl. Aún peor, el acuerdo que se impondría con ese país no establece ningún capítulo específico sobre barreras fitosanitarias, algo que es totalmente lesivo para nuestro país en específico, ya que no garantiza que Argentina (y la región) pueda colocar bienes agrícolas, pero sí Corea, como mencione, inundar la región con productos industriales.

Otra sección interesante del posible acuerdo es en cuanto a las inversiones. Tanto Corea, como en los otros tratados con cada país, los mismos presionan para obtener menores regulaciones en la materia. El gobierno coreano, por ejemplo, busca incluir cláusulas de protección de inversiones - financieras inclusive - y “un capítulo con solución de controversias inversor-Estado”, es decir, detrás de un acuerdo de libre comercio y desregulación, los Estados del Mercosur tendrán que salir a respaldar a las inversiones de los otros países en caso que no sean “redituables”. Esto se acopla con la sección de servicios, ya que Corea, la India o Canadá son potencias en telecomunicaciones y servicios financieros y, en cada acuerdo, se exigen mayor liberalización de sectores estratégicos como transporte marítimo y fluvial, comprometiendo soberanía material de nuestros países.

Por último, se incluye el apartado de propiedad intelectual; aquí, todas las contrapartes han pretendido incorporar cláusulas denominadas “TRIPS plus” a los acuerdos con el Mercosur. El objetivo es simple y riesgoso para nuestra región; extender la duración de las patentes, como por ejemplo en los medicamentos, algo totalmente ilógico y hasta extraño en medio de una crisis mundial sanitaria.

En este contexto, impulsar una salida diferente que preserve la soberanía, industria y puestos de trabajo no es igual a desvincularse de la economía internacional; por el contrario, se intenta hacer material una relación equilibrada entre la economía local y la economía internacional en la que la integración de la economía nacional no se sacrificara en el altar de la integración, liderada por las empresas financieras y representantes de la globalización. No se puede sacrificar la economía nacional por una economía globalizada. Un alto grado de autosuficiencia debe ser una característica clave de la economía nacional, pero que, al mismo tiempo, busque forjar igualdad y justicia social, en conjunto con más derechos. 

En esta lucha se encuentra toda Latinoamérica y sus instituciones, en este caso, el Mercosur que, a través del tiempo, pero precisamente a partir del siglo XXI, ha dado sentido político y de unidad a nuestra región; por ende, a nuestros organismos se los debe pensar más efectivos e integracionales, y no abortando las ideas del multilateralismo integracionista ante el neoliberalismo que azota nuestra región, que cada vez muestra más contradicciones y pérdida de legitimidad. Pensar una posible recuperación económica y social en base a la integración regional, por el momento, parece ser una utopía, pero al parecer la aparición de un nuevo orden y conciencia post pandemia abre espacios para el advenimiento de nuevos caminos. Referencias de datos: Observatorio de Coyuntura Internacional y Política Exterior (OCIPEX). www.ocipex.com


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