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Crecimiento o Desarrollo

Por Elías de la Cera

“Aquí no valen dotores,

solo vale la esperencia.

Aquí verían su inocencia

esos que todo la saben,

porque esto tiene otra llave

y el gaucho tiene su cencia”.

José Hernández.



Lo que diga o no diga el presidente cada vez importa menos. Es paradójico que un gobierno se haya puesto como meta “recuperar el valor de la palabra” (nadie lo votó para eso) y que se contradiga con tanta facilidad, se arrepienta de cosas que no hizo, y se la pase aclarando que no quiso decir eso cuando dijo aquello.


La realidad (esa institución vedada a los discursos políticos) tampoco se fragmenta en fases de cuarentena, ni cede a los verborrágicos caprichos de un gobernador. Las diferencias entre la fase dos y la tres acompañadas por los epítetos: estricta, focalizada, administrada, inteligente e intermitente, forman parte de una literatura fantástica desagradable por lo soberbia y estéril a la hora de modificar la conducta de un pueblo imposibilitado de quedarse encerrado hasta que los macanudos del conocimiento científico se dignen a encontrar una vacuna.


Los gobiernos que compadrean de pragmatismo, corren detrás de los hechos. Es decir, los problemas se suceden, sin orden aparente, y el gobierno sin dogmas, sin prejuicios, sin sectarismos, y probablemente sin ninguna solución en el horizonte, busca resolver el problema una vez instalado. Así, la política se impregna de la lógica periodística, siempre tratando de alcanzar la escurridiza inmediatez y el efímero presente, ese ápice vertiginoso del tiempo.


Pero como enseñó el tergiversado Maquiavelo: es mejor prevenir que curar. La política debe adelantarse a los hechos, no esperar que sucedan. Se supone que el líder moldea el tiempo, no el tiempo al líder. Es por eso que el foco de la discusión no debe estar en lo que acaba de decir Larreta (labor periodística y poco relevante), sino en que va pasar a futuro, en los próximos meses, aquí en nuestra querida y confundida República Argentina.


Independientemente de los deseos o de la voluntad del poder político (si es que hay alguna), “vivir de prestado” dejó de ser una opción para la Argentina, ya que, una vez cerrada la posibilidad de financiamiento de los desequilibrios macroeconómicos vía empréstitos voluntarios, obligan y fuerzan las circunstancias a que la economía solo pueda funcionar en una dinámica de producción y trabajo (la verdadera economía).


No hay que ser discípulo de Stiglitz para saber que ese nuevo ciclo va a ser exitoso. El ciclo especulativo-rentístico, que se iniciara allá por 2014, generó una inercia en la actividad económica que el gobierno de Macri convirtió en una caída estrepitosa.


En el último bimestre del año (se estima) se empezará a dar vuelta la taba. Este nuevo ciclo de producción y trabajo romperá la inercia, crecerá la economía, se reducirá la pobreza, la indigencia y el desempleo.


Todos los dirigentes saben (o debería saber) que el ciclo político que encabece ese ciclo económico se quedará cent’anni y tendrá asegurado el éxito. Pero serán las características de ese ciclo político las que definirán si el nuevo periodo será de mero crecimiento o de desarrollo. Cuando decimos crecimiento, nos referimos a una prosperidad que no abarca al conjunto del pueblo. En este esquema, tendremos un 25% de pobreza estructural y un 11% de desempleo (números paradisíacos comparados con los que conoceremos en los próximos meses respecto de la actual crisis).


En este sendero bifurcado, también tenemos la posibilidad de desarrollo. Tampoco hace falta un doctorado para colegir que el desarrollo es crecimiento con inclusión. Es decir, una pobreza circunstancial que tendienda a cero y sin más desempleo que el friccional.


Claro que se le hará imposible a la política conducir este nuevo ciclo sin un plan económico. En ese plan, como enseñó Perón, estarán las bases para el futuro crecimiento o desarrollo de la nación. En este sentido, diferentes actores se expresan. El famoso artículo de Zaiat sirve para establecer una postura quizás más combativa, quizás menos dialoguista, pero en sí no es otra cosa que una sumatoria de títulos rimbombantes. Nadie (salvo Cristina) puede creer que eso es un plan económico. Además de redundar en “grupos concentrados”, “poderes fácticos” “los grandes monopolios”, no hay ninguna propuesta seria. Está bien para hacer un poco de ruido, pero no se puede gobernar con eso.


En cambio, la Comisión Económica del Movimiento Peronista se expidió con mucha claridad en un plan económico que firmaron Guillermo Moreno y Pablo Challú. Allí se plantea la necesidad de planificar la economía desde la oferta, la necesidad de recuperar los equilibrios macroeconómicos, la importancia de poner la energía en relación a los costos de exploración y explotación, de poner los alimentos en relación con los ingresos populares, y de honrar los compromisos de la deuda externa e interna a través de la implementación de derechos de exportación a la producción de cereales y oleaginosas de la zona núcleo de la Pampa Húmeda. Recomiendo ampliamente a todos los compañeros la lectura atenta de ese documento.


Sergio Massa y Máximo Kirchner se reúnen con empresarios y no creo que sean tertulias como las que organizaba Cansinos Assens en lo que se discurría acerca del alma. La Unión Industrial Argentina también presenta su plan económico. La oposición agita las aguas, incita a la violencia y convoca movilizaciones. La suerte está echada. Cristina sabrá si quiere seguir con Alberto, con Guzmán y con los progresistas de Puerto Madero, o se decide por aplicar un plan económico salido de las entrañas del peronismo para lograr ese crecimiento con justicia social que tanto anhelamos.


Ojalá estas palabras pudieran ser anónimas, provenientes de alguien muy preocupado por el futuro de la nación, del Movimiento Nacional Justicialista y de los hombres y mujeres que desean soluciones simples y prácticas, sin funcionarios con berretines de cientifícos. Necesitamos hombres prácticos que trabajen ladrillo sobre ladrillo y de cara al sol como debe ser.


Yo soy un simple peronista, hacía comentarios sobre obras y autores, pero desde que todos cantan, yo también quiero cantar.


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