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Conciencia Antártica

Por Carlos Almiron. Antártida: una expresión de coherencia en una Política Exterior fluctuante y la creación de una “conciencia antártica” en la sociedad.



Carlos Almiron es Licenciado en Relaciones Internacionales, Mención en Defensa Nacional y Seguridad Internacional (Universidad Nacional de Lanús). Maestrando en Estrategia y Geopolítica (Escuela Superior de Guerra del Ejercito). Diplomado Universitario en Anticipación Estratégica y Gestión de Riesgos y en Análisis Estratégico Internacional (Escuela Superior de Guerra Conjunta). Cursante del Tramo de Formación Pedagógica para Nivel Medio y Superior (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales).


Una certeza entre mil dudas y vueltas: un resumen de la Política Antártica Argentina

La cuestión antártica ha sido una rara excepción dentro de la Política Exterior Argentina. Esta última se ha caracterizado por una lamentable subordinación a la cosmovisión particular de los gobiernos de turno. Es por eso que existen cuestiones estratégicas y geopolíticas que no pueden siquiera tener una continuidad en cuanto a metodologías, cursos de acción y tácticas tendientes a cumplir metas y objetivos que pueda tener la Nación Argentina dentro del marco de su Política Exterior. El mayor ejemplo y por ende, el más conocido, es el caso de Malvinas, que lamentablemente se ha visto obstaculizado no solo por nuestro enemigo histórico y geopolítico, la Corona Británica, sino por nuestra propia clase política, cuya miopía o ceguera ideológica ha impedido un consenso general sobre asuntos vitales. Pero eso es otro asunto que se puede analizar en otro espacio.


Por el contrario, las políticas aplicadas a la Antártida por parte de nuestro país son una suerte de rara avis. Con una presencia ininterrumpida dentro del continente blanco desde hace más de un siglo, signataria del Tratado Antártico desde sus orígenes y enfocada en una “visión multilateral”, se ha convertido en un actor de peso o referencia dentro de este orden internacional.


A pesar de su debilidad relativa en términos geopolíticos y en las nociones clásicas del concepto de poder, nuestro país dada la especificidad de capacidades vinculadas a este sector se ha convertido en lo que Colacrai denomina “issue specific power” lo que le ha permitido cierta paridad frente a las potencias globales que también tienen intereses en el área, obligándolos muchas veces a tener que lograr consensos, descartando así la idea de que solamente la intervención y equilibrio entre las potencias han logrado la estabilidad de esta zona.


Durante el periodo 1976-1983 se realizaron actividades tendientes a un accionar dual, caracterizados por la comisión de actos con connotaciones cercanas al concepto de territorialidad y vinculadas al reclamo de soberanía, tales como un mayor despliegue de bases operativas, poblaciones y registros de nacimientos. A su vez, por otro lado, se entendía que el formar parte del Tratado Antártico permitía un “equilibrio pragmático”.


Los movimientos de carácter territorial tuvieron especialmente dos destinatarios con los cuales se superponen nuestros reclamos de soberanía: Chile, con el cual se estuvo cerca de la guerra y Gran Bretaña, con quien nos hemos enfrentado en 1982 en la disputa por las Islas Malvinas, que indirectamente ha tenido incidencia en la zona, pues la derrota argentina revitalizó la presencia británica en la región. Incluso en cuanto a la política nacional en este sector, pudo haberse visto aún más perjudicada y podría haber incrementado el posicionamiento geoestratégico del Reino Unido. No obstante, la separación existente entre la política exterior sobre Malvinas y sobre la Antártida, tratando ambos asuntos desvinculados entre sí, contribuyó a que no existieran mayores represalias que pudieran surgir a raíz de los eventos sucedidos entre abril y junio de 1982.


Desde el retorno de la democracia en 1983, se ha primado el interés en la cooperación científica como política antártica principal, ampliando la concepción del interés nacional, estrechando lazos dentro de la región en esta cuestión. Además se ha buscado con intensidad el afianzamiento de los derechos de la Argentina sobre la región, volcando su atención principalmente en los asuntos inherentes a la cuestión científica y la afirmación de lazos comunes mediante actividades conjuntas y el acercamiento a Chile promoviendo intereses comunes


La cooperación regional en la Antártida debe ser de suma relevancia para la Argentina, pues la posición geoestratégica relativamente débil que posee frente a potencias que también han puesto su pie en el continente blanco, no ayuda a la hora de afirmar los derechos que reclama. De hecho, de los siete países que afirman tener derechos territoriales sobre el continente austral, solo se reconocen mutuamente Francia y los países angloparlantes (entre ellos dos pertenecientes a la Commonwealth, Australia y Nueva Zelanda y la creadora del mismo, Gran Bretaña), que a su vez rechazan de plano las reclamaciones de Argentina y Chile. Estos dos últimos se reconocen ambos con soberanía aunque solo en las partes donde no se superponen.


Argentina es un referente muy importante en cuestiones antárticas, con seis bases permanentes, varios temporales y coopera en varios aspectos con otros países en lo inherente a la investigación científica mediante convenios internacionales. Sin embargo, la actividad antártica ha sufrido reveses como el accidente del rompehielos ARA Almirante Irizar, la nave más identificada con el trabajo realizado por nuestro país. Para agregar, otro problema fue la subejecución de presupuestos destinados a Investigación Científica y Proyectos de Inversión, utilizándose entre un 30 y 40% menos del dinero asignado a estas tareas, y, a pesar de esta reducción, se pudieron cumplir los objetivos propuestos.


Por su parte, Chile ha logrado obtener una mayor relevancia en torno a la cooperación internacional, pues desde la ciudad de Punta Arenas no solo se dirige su política antártica mediante el Instituto Antártico Chileno, sino que también sirve de soporte logístico a numerosas misiones de otros países, lo que incrementa su posición geopolítica y le da mayor relevancia como actor de este sistema específico regional.


La divulgación como deber: la necesidad de la formación de una conciencia antártica en la sociedad.

Con lo anteriormente mencionado, ¿no es para estar orgullosos de un gran logro argentino, como lo es la coherencia y continuidad de una política exterior? Sin embargo, y lamentablemente, la sociedad conoce poco y nada con respecto a la Antártida. Más allá de las declamaciones y expresiones de “argentinidad” y “visualización de derechos soberanos”, no existe una mayor difusión (aunque fuera solamente de manera superficial y más allá de la legislación sobre la confección del Mapa Bicontinental) sobre la temática del continente blanco, quedando reducida solamente al ámbito de académicos de Relaciones Internacionales, funcionarios del Instituto Antártico Argentino, miembros de las Fuerzas Armadas y científicos que han formado parte de las Campañas Antárticas.


Es por ello que es imperativo que para cumplir de manera efectiva y fehaciente las directivas que han buscado afianzar nuestros derechos soberanos, se vaya incrementando el número de interesados en esta cuestión territorial tan particular, mediante el incremento de la difusión de los intereses permanentes que nuestra nación posee en esa región, creación de mayores lazos entre instituciones nacionales de educación superior que puedan colaborar con la solidificación de éstos. Incluso, en el largo plazo también serán necesarias medidas estratégicas que sean tendientes a fortalecer la posición argentina de manera permanente.


Es necesario también promocionar el contenido del Tratado Antártico dentro de los diferentes niveles de enseñanza, haciendo hincapié básicamente en tres temas fundamentales: el primero, comprender a la región como una zona pacifica, donde las actividades humanas están limitadas por el mismo; segundo, entender que el mismo resguarda los reclamos soberanos nacionales en dicho continente. Y tercero, la prolongada presencia ininterrumpida en la zona. Por otro lado, además, se necesita recalcar el grado de importancia que adquiere nuestro país en la toma de decisiones dentro del régimen internacional en el cual se encuentra enmarcado el continente blanco, que el continuo fortalecimiento del mismo es una de las principales referencias de la política exterior argentina.


Otro eje fundamental para la formación de una conciencia antártica es no solo el conocimiento de un marco legal, sino de las características particulares del continente que lo hacen uno de los lugares más codiciados: la abundancia de recursos naturales posibles de ser explotados en caso de una finalización del Tratado Antártico en el futuro. Si bien en la actualidad toda clase de explotación de esa índole se encuentra prohibido, ya existen estudios geológicos que han calculado el valor potencial de la región, por ejemplo, en caso de una eventual explotación petrolera, así como también se estima la existencia de recursos gasíferos y otros minerales. Sin embargo, se desconoce la situación a futuro, más precisamente para el 2048, año en el que se deberán renovar las medidas que hoy protegen la zona.


En continuidad con lo expuesto, se puede formular que hay que ir formando a los jóvenes para que dentro de su idiosincrasia vayan tomando conciencia sobre este tema. La concientización de una sociedad es una forma de poder afianzar una postura geopolítica.


Por último, es necesario destacar que colocar a la Antártida en un puesto de mayor relevancia dentro de la Política Exterior Argentina puede llegar a reformular el prisma con el que se ve a ésta, evitando caer en cerrados conceptos ideologizados que no llevan absolutamente a nada, y fomentando la necesidad de acordar lineamientos y políticas en común entre las diferentes fuerzas políticas nacionales que no lleven a inútiles desvíos o estancamientos en temas que pueden afectar los intereses vitales argentinos.

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