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Revisitando Añejas Verdades

Por Silvano Pascuzzo

La Reactualización del Conflicto entre Trabajo y Capital

Hay una añeja y venerable verdad, que los viejos socialistas descubrieron, a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Ella podría resumirse en una frase de Joseph Proudhon (1809-1865), que dice: “La riqueza es generada por el trabajador. La producción y el comercio, son el producto del esfuerzo diario de millones de productores, que viven en la miseria y sumidos en la desesperación. Bajo la atenta mirada y el control de un Gobierno, que garantiza a unos pocos, vivir a costa del trabajo ajeno”. Nadie, desde la ideología favorable a la perduración del Capitalismo como sistema económico de acumulación, fue capaz, en doscientos años, de desmentirla. Sigue aún en pie, llena de vigencia.


El COVID-19, al recluir a los trabajadores en sus casas, pone en estado de desesperación a la élite empresarial, porque la principal fuente de su riqueza ha dejado, por fuerza mayor, de serle funcional. En su doble rol de productor y consumidor de bienes y servicios, el ciudadano de a pie – la gran mayoría de los mortales – tiene bajo coacción indirecta a sus expoliadores. Nunca la asimetría entre Trabajo y Capital quedó tan clara, nunca los llantos plañideros de los voceros oficiosos del Globalismo Financiero, se desnudaron en sus verdaderas motivaciones como lo hacen hoy. Como dice la frase: “si deguellas al chancho, enseguida aparece el dueño”.


El salario no es – como sostenían Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823) – un costo de producción; por el contrario, es la esencia del sistema, en la medida en que, por un mismo valor, suministra la mano de obra y la fuente de la que extraer, vía consumo, ese diferencial parasitario, que Karl Marx (1818-1883) llamó Plusvalía y los CEOS suelen denominar, con mucho cinismo, “rentabilidad”. Queda claro que podemos vivir con muchos menos productos de los que estamos acostumbrados a comprar, y que somos el principal engranaje de la maquinaria de reproducción de riqueza, que una élite cada vez más diminuta y voraz suele usufructuar.


En consecuencia, parece cierto que el único sector prescindible, parasitario y holgazán que existe en las sociedades modernas, es el del Gran Capital; que dicho sea de paso, en las crisis – hijas de su avaricia y ambición – nunca arriesgan ni corren con los costos que ellas conllevan. Lo hace el Estado, o sea, todos los demás, la gran mayoría.


Es hora de rediscutir estos conceptos, que son muy actuales y que interpelan el sentido común más vulgar, que repite como verdad revelada eso de la “responsabilidad social empresaria”; responsabilidad que, cuando se debe ejercer, nunca está; remedando el cuento de nuestra infancia, sobre el lobo del Pastor, acostumbrado a mentir.


Y se nos ocurre insistir sobre el punto, porque es evidente que el Mundo va hacia una especie de Neo Socialismo o Capitalismo Mixto, con fuerte intervencionismo estatal y creciente planificación del desarrollo por parte de la autoridad pública. China y Rusia, las dos potencias en ascenso, parecen vivir bajo un sistema de esas características; mientras Europa y Estados Unidos aún se aferran a la vetusta Fe de la noble misión del Capital Privado; un artificio metafísico que está dando, por estas horas, sus últimos estertores.


El Justicialismo – siguiendo aquí a la poderosa tradición anarquista y socialista, que lo ayudó a conformarse en sus inicios, junto a otras claro – siempre remarcó la importancia del Estado en la Economía Nacional, y de las organizaciones libres del Pueblo, sobre todo los Sindicatos. Juan D Perón (1895-1974) nos advirtió – con gran clarividencia – que la Democracia Liberal debía ser completada y eventualmente superada, por una verdadera Democracia Social. Y en párrafos memorables, insistió en que la “Propiedad Privada deberá relegar parte del espacio que hoy hegemoniza, en favor de otros tipos de Propiedad, la Pública, pero sobre todo la Social”.


Se vienen tiempos fascinantes, en los que la Humanidad deberá enfrentarse con viejos dilemas reactualizados. Su relación con la muerte y los ciclos de emergencia de pandemias, que son tan viejos como ella misma; la ecuación desarrollo-sustentabilidad ambiental, otro aspecto que el repliegue de las masas a sus hogares puso de manifiesto como importante, al retornar ciertas especies a sus hábitat, luego de siglos de haberlos abandonado ante la presión devastadora del homo sapiens sobre sus recursos; y claro, el viejo conflicto entre Trabajo y Capital; entre la mayoría silenciosa, que se esfuerza y labora; y esa minoría rapaz y soberbia que dirige el Mundo y que, gracias a nosotros, puede presentarse cínicamente como insustituible e imprescindible.

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