Por Silvano Pascuzzo. La crueldad se ha convertido, finalmente, en un activo político. Las nuevas derechas, conservadoras o libertarias, hacen de la dureza de espíritu, una virtud. Las izquierdas y los movimientos populares, demasiado atados a una lógica “asistencialista”, apenas se quejan de la “inhumanidad de los malvados”, sin ofrecer alternativas que no sean, una reedición vetusta del Estado de Bienestar. Hay como una desazón entre los que defendemos las ideas de la Justicia y de la Igualdad; y un alborozo irracional de los partidarios del mercado. Casi una impunidad discursiva y práctica, que enamora a toda una legión de votantes desclasados, enojada y carente de conciencia y responsabilidad cívica.
Por Silvano Pascuzzo. Reflexiones de lo banal a lo profundo. El electoralismo no puede, ni debe agotar la política
¿Qué estamos haciendo para remediarlo? Uno sospecha que bastante poco. Ofrecer alternativas electorales dentro del juego limitado de la Democracia Formal, representa una vieja fórmula para nuevos problemas; una vieja fórmula que no estaría funcionando, si es que alguna vez lo ha hecho. Los partidos políticos ya no existen, la división de poderes es una ficción teórica y los sectores dominantes, manejan a su antojo un aparato burocrático ineficaz y oligárquico. Es muy triste asistir al desmenuzamiento lento pero continuo, de muchas de las herramientas que en épocas anteriores, fueron el baluarte de una concepción integradora y popular de la Política.
Es un poco absurdo, pensar a estas alturas, que la competencia entre líderes agota todo lo que en materia de lucha se puede ofrecer a la población, para que empoderada, haga valer sus derechos. No queremos ser pesimistas, pero es bastante claro que sin reformular las estrategias en curso, los resultados serán los mismos de siempre: serán, pues, malos o muy malos. Los líderes en Occidente, son débiles, corruptos y en gran medida, ignaros. Viven inmersos en una especie de micro clima endogámico que los aísla y los vuelve indiferentes – en su loca carrera por seguir allí – de las necesidades de las bases y de los pueblos. Venimos insistiendo aquí, en diversos artículos, sobre éste nuevo proceso de oligarquizarían que estamos viviendo. Sentimos que el fenómeno descripto lejos de corregirse, se agrava cada día.
Las nuevas derechas son crueles, es verdad, pero son sólidas en materia programática y eficaz en la ejecución de sus planes. No están perdidas en disquisiciones sobre sexo, bolsas de residuos de diferentes colores o batallas culturales inexistentes. Las batallas de ellos – inclusive la de los valores – están siendo dadas con absoluta convicción; convicción que está ausente del campo contario. La desaprensión y la violencia verbal, la inhumanidad de los argumentos y de los actos, es hija de un tipo de sociedad en la que creen con furia y pasión irrefrenables. No importa si allí hay odio o frustración: hay algo.
Nosotros estamos desarmados, descreídos y absolutamente solos. No tenemos legitimidad, porque hemos abandonado nuestras tradiciones y prácticas, que durante décadas fueron efectivas y temidas por el adversario; y nos hemos asimilado al Poder, como perros falderos domesticados. No lo hemos hecho por corrupción – aunque ella exista – ni por cálculo; lo hemos hecho por falta de Fe en nuestros ideales. Estamos quebrados ideológicamente, perdidos en lo estratégico y huérfanos de legitimidad popular. Somos la versión progresista y edulcorada de lo que alguna vez fuimos.
El electoralismo nos ha desfondado en términos de construcción política. La demagogia y la propaganda, tienen en la articulación de las élites propias, un papel desmesurado. Hay demasiado miedo al descrédito, a la persecución y a la guerra contra “los enemigos de la Humanidad”. Nuestra tibieza, nuestra falta de coraje, no va remediarse con candidaturas. Los partidos son cáscaras vacías, que sólo sirven para cumplir el ritual de elegir hombres y mujeres que luego, presionados o entregados, traicionan sus mandatos y deciden romper con quienes los han puesto en la cumbre del sistema político. Ese juego está agotado. Ya no tiene nada que ofrecer.
Nosotros preferimos algo más sólido, menos fluido y provisional. Tener ideas sirve, pero mucho más si se transforman en estructuras y liderazgos potentes que las expresen. El tiempo y la seriedad, la templanza y la visión de largo plazo, la determinación para resistir presiones y sobornos, no son cosas estúpidas; son elementos claves para iniciar otro camino. El Liberalismo – una ideología del siglo XVII – está agotado. Su alternativa a escala global puede verse asomando en países como India, Rusia o China. Hay que ir más lejos que a una lista partidaria. Hay que ir hacia la descolonización de la Patria y del Pueblo. Una cosa que no puede resolver una interna partidaria; aunque pueda – eso sí – iniciarla.