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Ponerse en Marcha, hacia otro Destino.

Por Silvano Pascuzzo. Desde un punto de vista político, las cartas del Gobierno Nacional para las elecciones del 14 de noviembre, son muy pocas y están, sumamente devaluadas. Es en realidad escaso el capital político que le queda al oficialismo, luego de una gestión deslucida, que no ha puesto en práctica – ni siquiera lo ha intentado – las promesas enunciadas en la campaña de 2019, gracias a las cuales derrotara a Mauricio Macri por una ventaja considerable. Insípida desde lo ideológico e ineficaz desde los resultados, la administración pública entrega a sus enemigos liberales, un filón altamente explotable para la crítica y la construcción de argumentos en su contra.


Un Estado bobo, mal conducido e incapaz de empatizar con una población molesta y desengañada, es la peor receta para derrotar a los enemigos del país y del Pueblo, que vuelven, otra vez, a articularse y a ilusionarse con el retorno.


Quien esto escribe, ha venido reiteradamente señalando, los peligros de ciertos acuerdos y alianzas tácticas, suscriptos por el Kirchnerismo, desde hace un tiempo. Son pactos inconducentes, que no han mejorado ni la gobernabilidad ni el rendimiento electoral; dilapidando en cambio, una identidad consolidada por años de lucha y relativa coherencia. A pesar de las cartas y enunciados altisonantes de Cristina Fernández, y de los aparatosos discursos procaces de algunos de sus adláteres, lo cierto que el rumbo general de las políticas oficiales, no es en sustancia, demasiado alentador. Incluso, se sabe, muchas de las negociaciones con el Poder Real – por ejemplo, con el Consejo Agrario Argentino – han sido obra de la propia ex presidenta y de su hijo mayor, devenido – sin pasar por elecciones internas - en jefe nominal, del otrora poderoso Justicialismo Bonaerense.


Años de prédica en contra de los argumentos del capital concentrado y de los medios hegemónicos, han sido – o están siendo – olvidados, en pos de un realismo que, en el campo de los resultados, se ha mostrado como una herramienta pobre e ineficiente. El famoso batiburrillo de la correlación de fuerzas, con el que nos han hostigado – y asqueado – a los críticos, desde diciembre de 2019, muestra que no se ha deseado ni querido, ofrecer otra cosa que generalidades y vacuos argumentos de raigambre presuntamente maquiavélica; emanados de un error estratégico grave, cometido al decidir la candidatura de un personaje obscuro, gris y poco confiable, a través de un arbitrario procedimiento verticalista.


La delegación del liderazgo en un sistema presidencial, nunca ha funcionado, ni en 1890 con Júarez Celman, ni en 1922 con Alvear, ni en 1973 con Cámpora e Isabel Martínez. Pero, una vez más, la dirigencia argentina experimenta con métodos ya fracasados, en lugar de asumir responsabilidades frente a la Historia, y motorizar procesos transformadores, que vayan más allá de los deseos o las palabras. El “pactismo” y la supuesta “responsabilidad institucional”, han sido los versos con los que nos han mantenido a todos en la inactividad y la impotencia, a los efectos de refrendar políticas erradas y altamente perjudiciales. Los que peinamos canas, conocemos el sonido de esa música engañosa, y con escasa perspicacia, pero algo de instinto, desconfiamos al oírla.


Algunos compañeros continúan insistiendo, en que criticar a Fernández es “hacerle el juego a la derecha”. Nosotros creemos que, a ésta altura, los que le han hecho el juego a Macri, Larreta y compañía, son precisamente los que han callado y han sido cómplices de una frustración que ahora reconocen escandalizados y temerosos a un tiempo. No se puede – ni se debe – incurrir en política – como en la vida – en flagrantes incoherencias estratégicas, pues es muy claro las repercusiones que ellas tienen en la credibilidad y legitimidad social, de quienes practican tal conducta. Si el Kirchnerismo tenía una fortaleza, era su identidad combativa y su prédica a favor de la coincidencia entre discurso y comportamiento. Esa fortaleza la ha rifado en apenas dos años, cediendo a los deseos de compañeros de ruta, que no aportan nada nuevo y restan sustancialmente, demasiado.


Estamos, en fin, a las puertas de la consumación de una tragedia que ya lleva años gestándose: la institucionalización en Democracia, de un país empobrecido, injusto y desigual. La herencia de la Dictadura Genocida no ha sido revocada por los gobiernos elegidos desde 1983; y en gran medida ha sido protegida por la mayoría de la clase política, con algunas - muy pocas - excepciones. Entre 2003 y 2015, pudimos torcer ese rumbo desfavorable, pero la derrota frente a Macri, hizo que los precarios logros obtenidos, fueran borrados de un plumazo, gracias a los errores enormes y a la ausencia de una fuerte construcción social organizada, de respaldo a los mismos.


Es hora entonces, de mirar con otros ojos y otra perspectiva el futuro. Hay herramientas que están lisa y llanamente agotadas, y otras, que pertenecen a la batería de recursos usables sólo por la Derecha. Nosotros tenemos a disposición una Historia llena de ejemplos sobre la potencialidad inigualable de la organización de base territorial. Hay que retornar a ella – adaptándola a los tiempos – y haciendo que se potencien liderazgos entre los compañeros y las compañeras que mejor conocen las características y las aspiraciones, de nuestros votantes. La tecnología de la comunicación y los procedimientos asociados a ella, no pueden sustituir al contacto directo con el Pueblo. La Lealtad y la Confianza no son artículos revocables en una compulsa electoral; son potenciadores de la creación política y de la obra duradera de una sociedad.


Reducir las prácticas “oligárquicas” de una dirigencia extraviada, endogámica y cerrada; elitista y egoísta; es imprescindible, para resistir la ofensiva de los poderosos, y abrir paso a una nueva oportunidad para el campo popular. Demorar los cambios de fondo en la práctica militante y en el trabajo político, es a ésta altura, un acto criminal. No importa con quiénes, no importa por quienes lo hagamos; lo importante es ponerse en marcha, con ánimo resuelto y voluntad de corregir realmente en la práctica, las catastróficas equivocaciones que nos han llevado hasta aquí, de modo tan rápido y fulminante.

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