Por Paris Goyeneche
Nacido en 1869, en Barracas, estudió dibujo en la Sociedad Cultural Ítalo-Argentina, Societá Nazionale de Buenos Aires y, en 1889, viajó a Roma, donde en 1891 fue aceptado en la Accademia di San Luca (el equivalente de ese entonces al actual Bellas Artes argentina), egresando de ella siete años después. Allí fue entrenado por Cesare Mariani, y colaboró en los frescos decorativos de la Corte Constitucional de Italia.
Regresó a la Argentina en 1896 y se hizo conocido por sus litografías románticas. Asistió a tres exposiciones internacionales en Venecia, de 1903 a 1907, donde su obra “La hora del almuerzo” (1903) ganó una medalla de oro. También estuvo en la Exposición Universal de Saint Louis (1904), en EE.UU., donde obtuvo una de plata y una de oro. Esto le animó a la transición al post-impresionismo, un género que no había encontrado todavía condiciones favorables entre los cánones del arte argentino, y se incorporó al Grupo Nexus.
Considerado el más cosmopolita del grupo, dirigido por el pintor Fernando Fader y el escultor Rogelio Yrurtia. Fue también el que mayor atención dedicó al contraste entre el Buenos Aires tradicional y la modernidad que venía a cambiar todo.
Honrado con la Orden de la Corona de Italia en 1905, Collivadino se convirtió en miembro honorario de la Academia de Brera, en Milán. Más allá de eso, sigue siendo requerido en la Argentina, y participó en numerosos jurados de arte. Fue nombrado Director de la Academia de Bellas Artes en 1908, y fue destacado en la Exposición Internacional del Centenario, en 1910. Los años siguientes fueron testigos de la creación de las obras más conocidas de Collivadino, como Usinas (1914).
Además, creó su propio teatro, llamado “La Higuerita”, y, a su vez, tuvo a cargo la dirección escenográfica en el famoso Teatro Colón y fue presidente del Directorio del mismo. Siguió siendo director de la Academia Nacional de Bellas Artes, donde enseñó hasta su jubilación en 1935, siendo algunos de sus alumnos Lino Enea Spilimbergo, Miguel Victorica, Raquel Forner, Héctor Basaldúa y Benito Quinquela Martín. Ayudó a organizar la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón en 1939, y el Museo de Calcos y Escultura Comparada en 1941. El 4 de junio de 1943 estalló la revolución, y fue desplazado en la dirección de la escuela.
Fallece en la misma ciudad que lo vió nacer, en 1945, a los 76 años. Sus numerosas obras se encuentran en los mejores museos nacionales y del exterior. Nunca pidió nada para él, sino para su Academia y sus alumnos. Fue un artista que descubrió los signos de un lenguaje que el pueblo entiende, porque es el trabajo del fondo de la sensibilidad. Contrario a toda clase de simbolismo, conceptualismo y demás -ismos, que consideró como una enfermedad infantil de los artistas.
Las telas no mienten cuando una obra está bien hecha. Es un artista laureado en el extranjero, pero aquí conocido por un par de obras de altísima calidad, que podrán visitar en cualquier momento, ya que se encuentran disponibles en el Museo Nacional de Bellas Artes. En especial la que comenté más arriba, “La hora del almuerzo”, de 1903. La paleta de colores es muy realista, las caras, las manos, la escena, de una gran simplicidad y de matices claros. Hay mucho Fader, Quirós, incluso De la Cárcova. Era lo que se veía en Europa, pero con el ojo (fíjense la temática) de alguien que pisó estas tierras.
Gran parte de su obra fue donada con los años a la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (Pío Collivadino vivió en algún momento en la localidad de Banfield), y existe la casa-museo del pintor donde vivió con su familia, que está pronto a abrirse, cerca de la cancha de Banfield.
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