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No es la economía, es el Egoísmo

Por Silvano Pascuzzo


Desafíos de las soluciones colectivas frente a la pandemia global

Es muy interesante ver, con motivo de esta pandemia global, los efectos nocivos de la concepción liberal del mundo. El “atomismo social” presupone,desde un punto de vista metafísico y antropológico, que la acción individual, orientada por el egoísmo y la maximización de utilidades, deviene, en el largo plazo, en una especie de “beneficio colectivo”. Los costos, mediatos e inmediatos, son – parafraseando a un ex Presidente de los Estados Unidos – apenas “daños colaterales”. Nada – ningún objetivo estratégico – es superior al libre ejercicio de la libertad individual.

El dilema que ésta ideología plantea al género humano fue resumido por John Keynes (1883-1946) en una frase que iba a hacerse célebre: “en el largo plazo, estaremos todos muertos”. Aludiendo, claro, el gran economista inglés, a la idea – absurda y perversa - de que la recesión de 1930 podría superarse dejando que el “Mercado” encontrara, por sí solo, sus equilibrios automáticos. Nadie – y mucho menos la “Política” – debía intervenir en el proceso natural. Los desocupados y los pobres no tenían salvación alguna. Intentar atenuar sus sufrimientos, incluso los agravaría; algo que molestaba y enfurecía al propio Keynes, ya de retorno de su formación clásica, y desengañado de la superchería de los ámbitos académicos ortodoxos de su país.

Las actitudes y las declaraciones de ciertos sectores privilegiados, frente a las políticas activas de salud implementadas por los gobiernos, demuestra, una vez más, los ribetes ideológicos y dogmáticos de algunas discusiones. Ahora son los viejos y los enfermos – más que los trabajadores – quienes deberán sufrir en sus cuerpos las inevitables consecuencias de la naturaleza biológica de nuestra especie. La Economía es una excusa para disimular el desprecio por la vida y el utilitarismo descarado de ciertos círculos ideológicos.

Ese utilitarismo se basa – insistimos una vez más – en la concepción de que la “Democracia” es un obstáculo para el Progreso y para el predominio de “los mejores”. El Otro queda reducido a una cosa, a un instrumento de la voluntad omnímoda del Yo, que busca apisonar toda resistencia a las irracionales y paradójicas consecuencias del egoísmo extremo. Una visión de enorme ceguera, ante el inocultable resultado negativo de los modelos de sociedades auto gestadas, sin Estado.

Pero, sin embargo, y en contextos como el argentino, las soluciones “colectivas” pueden tener, en el corto plazo, también efectos no deseados. Sectores vulnerables y excluidos de los mecanismos económicos formales – por efecto de ese mismo Liberalismo extremo del que habláramos antes – sufren las limitaciones impuestas por la “solución colectiva”, de un modo tremendamente cruel. Y es precisamente el Estado quien tiene la obligación de impedir que ello pase, que eso ocurra. Si falla – por omisión o por falta de eficiencia – termina siendo cómplice de lo que a priori desea evitar.

Nos parece, entonces, que la discusión no es entre Salud Pública y Economía, como ciertas usinas periodísticas y corporativas quieren hacer ver; sino entre intervención eficiente del Estado y automatismo social. Entre el Yo y el Nosotros, entre el egoísmo y la solidaridad, entre el interés individual y el colectivo. Y claro, entre la minoría de saqueadores y aventureros, que pretenden consolidarse como “meritocracia”, y eso que Maximilien De Robespierre (1758-1794) llamara, con enorme elocuencia y claridad: “… la Virtud que anida en el corazón palpitante del Pueblo llano, de la Patria, de la Nación”.

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