Por Gastón Larrea
A estas alturas, es evidente el fracaso de la democracia liberal, nacida de las Revoluciones liberales de 1840 en adelante por toda Europa; pero nos permitimos hacernos y tratar de responder una serie de interrogantes, que puedan esgrimir un poco de luz sobre un tema tan complejo; ¿Por qué ha fracasado la democracia liberal? ¿A qué dará paso? ¿El Nacionalismo es un movimiento transversal en respuesta a la globalización?
Las categorías de la Democracia Liberal del siglo XX, como el neoliberalismo y la socialdemocracia, vienen agonizando y, presumiblemente, esté herida de muerte; el tener una cosmovisión y pensar el mundo desde las corrientes europeas, limitan la acción política y geoestratégica desde Latinoamérica y para Latinoamérica, donde las realidades y cultura política son muy distintas.
La evidencia del fracaso de la democracia se da en la inacción y la falta de respuestas a reclamos históricos de las clases populares, ya que la brecha entre el pueblo y los privilegiados se ha ido ensanchando con el correr de los años. Desde la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, se ha dado un proceso de concentración de la riqueza, algo que atravesó a todos los países y sociedades; la contienda de la Guerra Fría, Occidente contra Oriente o Democracia Liberal contra Comunismo, dejó, desde el mundo de posguerra, y podríamos decir hasta la crisis del petróleo a mediados de la década de los ‘70, un Estado de Bienestar, en donde el Estado intervenía en los aspectos estratégicos de la Nación; en el ámbito económico se conoció como la corriente keynesiana, con el fin de generar el progreso necesario para frenar la Revolución y el avance socialista en Europa y Latinoamérica1.
Si bien, durante las últimas décadas del siglo XX, el avance del neoliberalismo culminó la fase superior del capitalismo salvaje, financiero y supo hacer más profundas las brechas de desigualdad, tuvo su límite; ese límite fue la incapacidad de dar respuestas políticas a problemas económicos y sociales, esperando que la benevolencia del mercado los solucione; aquí se empiezan a gestar los nuevos Nacionalismos. Durante la primer década del siglo XXI, se han dado diferentes revueltas y manifestaciones a lo largo del mundo; desde Europa hasta Medio Oriente y América Latina, la democracia liberal empezaba a ser cuestionada como un ecualizador y una manera de canalizar las necesidades de las mayorías; no debe olvidarse las largas guerras en Afganistán, Irak, Libia y Siria, por nombrar algunas, que generaron millones de desplazados – generalmente a Europa – que no pudieron integrarse al “mundo occidental”, ya sea por la xenofobia latente de los países del viejo continente o por la fuerte raigambre cultural e identitaria.
En términos de Francis Fukuyama, expresados en su libro “Identidad”, podemos estar seguros que la identidad moldeará la década de los ‘20 del siglo XXI; es innegable que las condiciones están dadas para que un nacionalismo xenófobo y excluyente surja en Europa: altas tasas de desocupación, inmigrantes que no son integrados a la cultura propia de cada país, marginación, delincuencia juvenil y grupos extremistas que cooptan jóvenes sin rumbo. Un cóctel que probablemente sea un problema para el continente2.
Entonces, ¿qué futuro depara a América Latina en este contexto internacional? La realidad latinoamericana no escapa al contexto internacional, pero con diferencias sustanciales en cuanto a lo estructural. Latinoamérica es un continente formado por diversas culturas, de carácter integrador en la mayoría de los casos y con un profundo respeto hacia las culturas del mundo. No es casual que muchos modelos disidentes de la democracia liberal, como puede ser la Libia de Muammar Ghadafi o la Siria de Bashar Al Asad, o, por estas latitudes, el movimiento Justicialista con el General Juan Perón, o Gaitán en Colombia; siempre han tratado de ser silenciados por la historia por sus formas de gobierno, que, de cierta manera, concordaban el Ser Nacional con la respuesta a las necesidades populares.
Es por estas causas que el nacionalismo surge como un catalizador al “malestar de la globalización”, que lejos de integrar, acercar y mejorar, solo ha profundizado muchos de los problemas y sumado otros más; pero aquí aparece otro dilema y conflicto, la naturaleza del Nacionalismo. Este nacionalismo podrá ser xenófobo, belicista y apoyarse en el poder trasnacional, si miramos el modelo europeo; pero, como tratamos de pensar y actuar desde el contexto hispanoamericano, podemos decir que el movimiento Nacionalista surgido desde América Latina puede dar respuesta a muchos reclamos históricos de los pueblos, respetando la cultura y asumiendo las múltiples identidades que nos conforman.
Podemos decir, entonces, que, en los próximos años, las cosmovisiones y los roles que asumamos en el plano intelectual y político desde Latinoamérica, podrán darnos un rol protagónico en la construcción de un Nacionalismo Hispanoamericano que sea ejemplo de paz y comunión entre el pueblo.
Referencias
1 Fukuyama, Francis; “Identidad”, 2019, Deusto, Madrid.
2 Espring – Andersen, Gosta; “Los tres mundos del Estado de Bienestar”, 1993, Edicion Alfons El Magnanim, Valencia.
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