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Los Libertarios, No Son Liberales.

Por Silvano Pascuzzo. Asistimos a la difusión creciente, de un sinfín de discursos violentos y dogmáticos, una mezcla ecléctica de principios conservadores y reaccionarios, con un origen confuso y parcial. Un sentido común simplista, arcaico; que se articula en torno a ideas surgidas en los años 60 y 70, en los Estados Unidos y la Gran Bretaña. Vocinglero autoritarismo de nuevo cuño, anti garantista y apologético de la violencia institucional y la represión indiscriminada.


Asistimos a la difusión creciente, de un sinfín de discursos violentos y dogmáticos, una mezcla ecléctica de principios conservadores y reaccionarios, con un origen confuso y parcial. Un sentido común simplista, arcaico; que se articula en torno a ideas surgidas en los años 60 y 70, en los Estados Unidos y la Gran Bretaña. Vocinglero autoritarismo de nuevo cuño, anti garantista y apologético de la violencia institucional y la represión indiscriminada.

Detrás de sus voceros, hablan representantes de un conservadorismo decimonónico, tales como Burke o Spencer; así como exponentes del Neoliberalismo, como: Lüdwig Von Mises, Friedrich Von Hayek, Mancur Olson y Robert Nözik. Astutos, utilizan eslóganes fáciles, en simbiosis con un odio irracional hacia lo público, lo colectivo y lo popular. Mezcla rara de demagogos y bufones, tipos como Javier Milei y José Luis Espert, cautivan la mente de personas desideologizadas, pobremente formadas en los valores cívicos y admiradoras de un discurso vetusto pero persistente, que se esfuerza en legitimar el derecho de los opresores, a abusar de los oprimidos.

Digámoslo de una vez: dicen ser amantes de la Libertad; pero para ellos no representa otra cosa que un egoísmo rancio y desbocado. Nada tiene que ver con el Liberalismo Clásico de un John Locke, quién en su libro de 1691, Dos Tratados sobre el Gobierno Civil, defendiera la “búsqueda de la felicidad” como un derecho inalienable de todos los seres humanos, en el marco de una sociedad regida por la ética y por la ley, bajo la tutela de un Estado defensor del orden, pero también de la Justicia y la Equidad, el reverso de aquel originario mundo, en el que el más fuerte, se imponía a los débiles, para proceder con su egoísmo desatado, a la aniquilación auto infringida de toda la Humanidad.

Denunciamos entonces a estos sujetos engreídos y bravucones, salvajemente dispuestos a destruir todo rastro de Colectivismo Populista, con una saña y un rencor digno de los más precoces defensores de la “Bestia Milenaria” del libro del Apocalipsis. Voceros de inconfesables intereses, mentirosos, pendencieros y cobardes, nada los vincula con la noble tradición del Liberalismo, antecedente necesario – aunque no suficiente – de la Democracia. No les concedamos la oportunidad de naturalizar su discurso como parte de la tradición de Occidente, ya lacerado por la muerte lenta de casi todos sus valores seminales. Persuadamos, exijamos a la política respuestas óptimas frente a la crisis de representación, y contribuyamos a cerrarle el paso al odio y a la mentira, armas devastadoras en manos de quienes defienden la desigualdad, escudándose tras el sagrado nombre de su necesario complemento: la Libertad.

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