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Lo colectivo como parte de la esfera política: el caso francés

Por Sofía Castein


Desde los comienzos de la humanidad, al ser humano se le impusieron determinadas estructuras de poder que debía aceptar y respetar, legitimadas desde la lógica divina o desde la lógica paternalista, entre varias otras, con el único objeto de realizar una justificación a estas relaciones de dominación. Así, en la historia tanto universal como moderna, se dió lugar a la existencia de los fenómenos clasistas de las castas, los estamentos, la  aristocracia y la comunidad feudal, como diferentes formas de estratificación social. 


Ahora bien, en relación a estos aspectos y estas estructuras de dominación que imponen el respeto a las diferentes jerarquías de poder, el contexto actual, sumadas las perspectivas a futuro, son completamente diferentes, debido a que se observa la importancia de lo colectivo dentro de la política, lo que nos lleva al siguiente interrogante, ¿Cómo se forjan los vínculos colectivos, basados en el pensamiento colectivo, dentro del seno de la política, formando parte de la estructura de poder?.


Tomando en consideración los antecedentes históricos en cuanto a sistemas de estratificación social recién expuestos, es necesario nombrar y realizar un breve análisis del hito histórico que corrompe con el orden “perfecto creado por la divinidad”, así legitimado; una estratificación social denominada comunidad de tipo feudal, donde esa estructura tradicional y perfecta del Antiguo Régimen (compuesta por el clero, la nobleza y el campesinado) , se ve pulverizada en un proceso donde cobra importancia lo colectivo y las masas deciden pasar a la historia, dándose lugar como votantes. Esto es entendido como la Revolución Francesa de 1789, un proceso político de tipo colectivo. Influenciado por la corriente de pensamiento de la Ilustración, la cual dejó su sello en los países europeos durante el S. XVIII y, sobretodo, en la manera de pensar de las poblaciones. La Ilustración, de tintes liberales, da lugar a lo que el Profesor


Osvaldo Furman, en su artículo “Individuo, Estado y sociedad”, denomina pensamiento modernista, el cual incluye una perspectiva que integra a los hombres dentro de los pueblos. Es, con estas consideraciones, donde en esta “Era de la luces”, otro término que hace referencia a esta corriente, las personas se atreverían “por primera vez”  a plantearse su rol dentro de lo social, utilizando su luz de la razón, corrompiendo la vieja costumbre de los sectores con menor

acceso a la educación de no pensar y razonar, aceptando lo que les era planteado como única verdad.


Esta es la historia clásica. Con ella, muchos autores han generado sus respectivas ganancias, y se ha establecido o dado a conocer al pueblo francés como aquel pueblo que, de un segundo para el otro, “despierta”, como si fuera por arte de magia, de su posición desventajosa en la esfera social. Y, además, resultaría erróneo creer que este pueblo de campesinos y trabajadores de diferentes índoles hubiera tenido aquellos accesos con los que los miembros de la nobleza y los privilegiados sí contaban, privilegios de realizar sus interpretaciones de esta corriente de pensamiento que, en realidad, penetró mayormente en los sectores letrados de las diferentes naciones europeas.


Por estos motivos, es necesario hacer las correspondientes distinciones. El pueblo francés, entendido como el campesinado, no fue un pueblo que tomó los escritos de la Ilustración, realizó un análisis interpretativo de los mismos y, bajo esta lógica intelectual, realizó una revolución. Ese se puede entender como el rol que cumplieron aquellos en situación de privilegio. 


Es importante comprender que la lógica de lo colectivo no está aislada de la historia  y, mucho menos, nace de manera espontánea con la Revolución Francesa, sino que siempre existió. La Revolución Francesa es un exponente del proceso colectivo producto de la magnitud que tomó este, pero lo colectivo existió, existe y existirá. Que éste, en ocasiones previas a la revolución de 1789, haya sido reprimido empleando diferentes medidas es un asunto aparte. Sería una aberración a la historia  tomar los hechos históricos más importantes y considerarlos como simples acontecimientos aislados. El "todo" forma parte de un proceso, con antecedentes marcados, que los principales hombres de la política de aquellos momentos no tuvieron las capacidades individuales para dar cuenta de ellos.


Si bien es cierto que el pensamiento de Rousseau y la doctrina liberal juegan un rol importante dentro de la Revolución Francesa, esto es simplemente una parte de la misma. Es, a mí parecer, la justificación más académica del proceso histórico por el cual, dentro del mundo contemporáneo, las masas irrumpen en la estructura política para quedarse y desplazar, poco a poco, a los históricos “privilegiados”.


Esta Revolución popular llega para imponer y dejar para siempre, dentro de la estructura política de las democracias, lo colectivo en la política, dejándolo como instrumento de regulación de la labor de sus gobernantes en formato de votos.


La Revolución Francesa marca la fluidez del mundo y se acentúa lo colectivo. Dejando en claro que el conflicto y la participación de las masas es el formato a seguir ante las injusticias del mundo, que el aspecto colectivo existe desde las primeras formas de vida en comunidad y que, con el fenómeno de la Revolución Francesa, éste cobra su esfera política.


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