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La reconfiguración del conflicto Chino-norteamericano pos-pandemia

Por Lautaro Garcia Lucchesi

La pandemia del Covid-19 dinamitó completamente el acuerdo alcanzado entre los Estados Unidos y la República Popular China en enero de este año. El mal manejo de Donald Trump de la pandemia, que transformó a Estados Unidos en el país con el mayor número de infectados y muertos por este virus, generó una mutación en su discurso, acusando directamente a las autoridades del gobierno chino de ser los responsables de la pandemia.


Pero el cambio no fue sólo discursivo. Acompañando este cambio retórico, Trump, por un lado, bloqueó los envíos de semiconductores de los fabricantes de chips a la empresa china de tecnología Huawei. Estos semiconductores son fundamentales para los teléfonos inteligentes y para los equipos de telecomunicaciones de la empresa china, y esta medida es un intento de contener el avance chino en materia de tecnología, campo en el cual China se ha transformado en líder absoluto. En numerosas ocasiones, el presidente norteamericano ha acusado a Huawei de utilizar su red 5G y sus dispositivos para llevar a cabo operaciones de espionaje, que “vulneran” la seguridad nacional.


En consonancia con esto, Trump ha presionado a sus aliados para utilizar empresas proveedoras de la red 5G alternativas a Huawei, como Ericsson o Nokia. Uno de los que ha cedido a esta presión ha sido Boris Johnson, que, frente a la dificultad para lograr un acuerdo con la UE luego del Brexit, busca un acercamiento a los Estados Unidos y mejorar las relaciones comerciales entre ambos. Por eso, ha planteado reducir la participación de Huawei en la infraestructura de 5G británica, pidiendo a sus funcionarios un plan para reducir esta participación a cero a partir de 2023.


Otros países europeos, como Alemania, Francia, el propio Reino Unido y hasta algunas autoridades de la misma Unión Europea, cuestionaron el accionar chino frente al virus. De hecho, la Comisión Europea emitió un comunicado, el día 10 de junio, donde culpaba a China y Rusia de propagar desinformación sobre el avance del Covid-19. Pero, rápidamente, el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Común, Josep Borrell, desmintió que las autoridades europeas buscaran desatar una especie de “guerra fría” contra China, aunque sugirió un diálogo entre la UE y Estados Unidos para tratar el avance de la influencia china sobre el Viejo Continente.


Por otro lado, también hay cierta preocupación en el área militar. El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaró que Occidente no puede seguir ignorando el avance chino, que está equiparando al Reino del Medio con los países de nuestro hemisferio en áreas como ciberespacio, telecomunicaciones, infraestructura crítica y exploración del Ártico. “China se ha convertido en la primer economía del mundo y ya tiene el segundo presupuesto de Defensa más grande del planeta” declaró Stoltenberg. También resaltó que China está invirtiendo fuerte en capacidades militares modernas y, en los últimos 5 años, ha añadido 80 naves a su flota, lo que iguala a la Marina china, en cantidad de naves, con la Marina Real británica. Por todo esto, Stoltenberg concluyó que la fuerza militar sólo es parte de la respuesta y, por eso, era hora de comenzar a utilizar más políticamente a la OTAN. Esta declaración de Stoltenberg se produjo en el mismo momento en que Donald Trump anunciaba el retiro de 9.500 tropas norteamericanas de Alemania. Hace tiempo que Trump viene criticando a la OTAN y solicitando una reestructuración organizacional para poder enfrentar con mayor eficiencia el avance chino, algo a lo que las autoridades europeas se oponen porque requeriría mucho tiempo, implicaría un mayor aporte dinerario de los países europeos y requeriría la cooperación de aliados regionales con los que Trump se ha enfrentado. Las relaciones entre Estados Unidos y Europa no parecen estar del todo en sintonía.


Y por si todo esto no fuera suficiente para tensar aún más las relaciones entre ambas potencias, en Canadá avanza la solicitud de extradición a los Estados Unidos de Meng Wanzhou, ejecutiva de Huawei e hija del fundador de dicha compañía, Ren Zhengfei. Recientemente, se revelaron documentos que prueban que el Servicio de Inteligencia de Seguridad Canadiense recibió asesoramiento del FBI antes del arresto de Meng en el aeropuerto de Vancouver, lo que desató el enojo de las autoridades en Pekín, para quienes esto muestra que fue un arresto político y que el argumento de Justin Trudeau respecto de la independencia judicial de las autoridades canadienses es falso. Como respuesta, las autoridades chinas han advertido que tomarán medidas retaliatorias contra Canadá; recordemos que China es el segundo socio comercial de Canadá, por lo que las posibilidades retaliatorias son abundantes.


Con respecto al gigante asiático, éste ha dejado claro que no va a permitir que la pandemia marque el fin de la “globalización”, aunque sí aspira a imprimirle a ésta su propio carácter. Las autoridades de Pekín intentarán, según sus propias declaraciones, modificar el enfoque actual de este proceso, que podríamos definir como de “pocos ganadores-muchos perdedores”, hacia un enfoque más igualitario, equitativo y que permita una situación de “win-win”. En este eje comercial, el declive del liderazgo norteamericano es muy claro, expresado no sólo en el lema de Trump “America First”, que ha mostrado ser un intento de reorganizar el proceso de globalización para que vuelva a beneficiar a los Estados Unidos; sino también en las propias proyecciones de la OMC, que afirma que este año el comercio internacional caerá entre 13 y un 32%, y la principal causa de esta caída serían los Estados Unidos, cuyas importaciones cayeron, sólo entre enero y abril, un 20,5%, mientras que las exportaciones cayeron un 28,1% en el mismo período.


Este intento de desacople de Trump ha causado, entre otras cosas, la salida de la OMS, acusandola de beneficiar a los intereses chinos, y la paralización de la OMC, la cual inició con la negativa de Trump a renovar las vacantes del tribunal de arbitraje para la solución de diferencias de este organismo, y siguió con la renuncia del titular de la OMC, Roberto Azevêdo. El presidente norteamericano rechaza el abordaje multilateral de las temáticas asociadas al comercio internacional, promoviendo uno de tipo bilateral, pues ese es el mejor instrumento para que Estados Unidos pueda subordinar, por su propio peso, a las contrapartes con las que negocie.


Con respecto a las sanciones impuestas por Estados Unidos a China, no sólo la relacionada a los semiconductores, sino también el fin de las medidas comerciales preferenciales a Hong Kong, por la nueva ley de seguridad nacional que quiere introducir el gobierno de Pekín sobre ese territorio, no han sido aceptadas pasivamente por China. Por un lado, se le ordenó a dos de las principales compañías importadoras de productos agrícolas y ganaderos, COFCO y Sinograin, que suspendieran la compra de algunos productos norteamericanos, como carne de cerdo y soja. Por ejemplo, se cancelaron envíos de entre 10.000 y 20.000 toneladas de carne de cerdo, aunque luego, a principios de este mes, estas empresas adquirieron unas 180.000 toneladas de soja, que serían recibidas entre octubre y noviembre, meses en el que el precio de la soja norteamericana suele ser la más barata del mundo. Sin embargo, según Reuters, aún con estas compras, China no ha cubierto todavía una gran parte de las necesidades de soja para esos meses; con esto, China ha quedado muy lejos de los objetivos establecidos en el acuerdo comercial de fase 1, que implicaba una elevación de las compras chinas de productos agrícolas norteamericanos por un monto de U$S 32.000 millones en los próximos dos años.


El presidente Xi Jinping también decidió restringir las exportaciones de tierras raras, producto fundamental para el desarrollo tecnológico y sobre el cual China tiene un control absoluto, pues posee más del 95% de la producción mundial de tierras raras. Esta decisión disparó el precio de estos metales no ferrosos, utilizados en smartphones, computadoras, vehículos, e incluso en equipamientos médicos. Las tierras raras no se encuentran exclusivamente en China, y Estados Unidos ya había iniciado un plan para reducir su dependencia de las tierras raras chinas, pero la pandemia puso un freno a esto, optando por seguir exportando este producto desde el gigante asiático, ya que posee los costos más bajos en la extracción y purificación de estos metales.


Por otro lado, uno de los diplomáticos chinos ante la OMC, Jiankai Jin, denunció ante ese organismo la decisión de Estados Unidos de prorrogar, por un año más, la prohibición a empresas de ese país de utilizar equipos de telecomunicaciones elaborados por empresas que podrían poner en peligro la “seguridad nacional”. Dentro de la lista negra elaborada por el gobierno norteamericano se encuentran, como era de esperarse, Huawei y ZTE. Aunque no se sabe si China va a hacer una presentación formal ante la OMC, cosa no muy probable porque ésta está actualmente paralizada, EE.UU. bajó la tensión de la situación, permitiendo a firmas tecnológicas de su país colaborar con Huawei en estándares de telecomunicaciones 5G.


Por su parte, el lanzamiento del renminbi digital refleja un intento de China por socavar uno de los pilares del orden internacional construido por los EE.UU., el dólar. Trump había afirmado que la supremacía global del dólar no iba a ser puesta en duda ni reemplazada por ningún tipo de criptomoneda. Pero el Covid-19 y la posibilidad de contagio de éste a través del dinero en efectivo, han provocado que las monedas digitales comiencen a ser miradas con otros ojos. Además, este tipo de monedas permiten aumentar el control financiero y, por ende, la recaudación impositiva estatal, pues se elimina la posibilidad de evasión a través del anonimato que otorga el efectivo. Asimismo, también se eliminan los intermediarios en las operaciones financieras, por lo que muchos servicios financieros actuales podrían desaparecer. Sin embargo, es prematuro afirmar que el renminbi digital va a destronar al dólar como moneda mundial, pues actualmente el volumen de transacciones internacionales en la moneda china es aún muy pequeño.


Y por si todo este escenario no fuera lo suficientemente complejo, tenemos los problemas internos de la potencia norteamericana. Los abusos policiales desataron un gigantesco conflicto con la consigna “Black Lives Matter”, que trascendió las fronteras mismas del país, llegando a ciudades europeas, como Londres, París, Berlín y Amsterdam, entre otras. Trump respondió firmando una orden ejecutiva que establece una reforma policial, prohibiendo las estrangulaciones en los arrestos, excepto en circunstancias extremas; pero esta respuesta parece llegar tarde y tener gusto a poco. Por otro lado, las elecciones norteamericanas están cada vez más cerca, y la economía yankee no parece ponerse en marcha. El presidente de la Fed, Jerome Powell, advirtió sobre la incertidumbre económica que desató la pandemia, lo cual complica la recuperación de la gran cantidad de empleos perdidos en los últimos meses. Recordemos que, en abril, la tasa de desempleo llegó al 14,7%, un nivel inédito desde la crisis del ‘30; aunque, en mayo, este índice, contra todos los pronósticos, bajó a 13,3%.


En síntesis, todo el proceso de negociación que culminó en el acuerdo comercial fase 1 entre Estados Unidos y China, a comienzos de enero, ha quedado en la nada. Las tensiones comerciales han resurgido, y el impacto que tuvo el Covid-19 sobre la potencia norteamericana, generaron un viraje hacia una mayor intransigencia por parte de Trump, que se ve obligado a adoptar una actitud combativa como forma de plantarse frente a su electorado de cara a las elecciones de noviembre. La recuperación del empleo que había logrado durante su mandato se esfumó en el aire, y la forma en que administró la pandemia transformó al país en el más afectado por el virus. Por su parte, China se encontró con un rebrote fuerte del virus en Pekín, que parecería ser de una cepa derivada de una mutación del virus de Wuhan. Por eso, el gobierno chino aIsló el mercado Xinfadi, foco del rebrote, y una treintena de barrios localizados en los alrededores de este mercado y del mercado Yuquadong. El avance del virus congela un poco la profundización del conflicto entre las potencias, pues la pandemia exige la atención total de los gobiernos. Pero, una vez que esto pase, el conflicto será casi inevitable, entre una potencia en declive y una potencia en ascenso.

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