Por Paris Goyeneche
Aunque poco se sabe de su biografía real en los años previos a la militancia peronista, Alicia Eguren (1925-1977) nació en Buenos Aires, en el seno de una familia de neto corte federal y católico. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y fue profesora de literatura y filosofía en la provincia de Santa Fe.
De personalidad descollante e implacable, los círculos académicos de discusión política atraparon su atención. Alicia empezaba a asistir a los espacios convocados por el padre Castellani y la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN). A mediados de 1940, concursó en el Servicio Exterior y, a través de la Cancillería, fue designada como Segunda Secretaria de la embajada argentina en Londres, donde conoció a su primer marido, el por ese entonces cónsul Pedro Catella. Decidió regresar a Buenos Aires sola, en 1948, donde dio a luz a su único hijo. Separada, madre soltera, y situada en un contexto represivo hacia la mera existencia de las mujeres, Alicia se tornó mucho más radical. Además, se desempeñó como docente en la Universidad Nacional del Litoral y en la Universidad Nacional de La Plata, dictando cursos sobre literatura, filosofía e historia.
La trayectoria intelectual y política de Alicia Eguren se explica a través de los diálogos y contradicciones propias de su momento histórico: como mujer profesional, como nacionalista y como literata. Una figura de sumo interés en los círculos intelectuales del nacionalismo argentino que ella frecuentaba fue John William Cooke, el hombre que años después la acompañaría en los momentos más importantes de su vida. Ambos se conocieron cuando John dictaba una conferencia en el Centro de Estudios Argentinos (CEA), tras lo que una sincronía permanente se proyectaría hasta el horizonte. Una historia de amor que en otro momento contaremos.
Su producción literaria no fue poca, y al día de la fecha será posible encontrarla en alguna que otra librería, aunque a precios elevados, ya que no se encuentran reediciones disponibles. Entre 1947 y 1949, publicó cuatro poemarios caracterizados por una densa prosa, “El canto de la tierra inicial”, “Poemas del siglo XX”, “Aquí, entre magias y espigas'' y “El talud descuajado”.
De esa última obra, quisiera compartir con ustedes el poema “A los Cabecitas Negras” (1951).
“Dejadme sonreír;
permitidme que sonría con la certidumbre manca de los hombres
bizcándome cada parte de nuestra humanidad.
Aquí, en Buenos Aires,
de acuerdo con la cartografía que yo apuntalo
se desparrama una fortaleza
de la cual siempre he hablado
y que morirá hablando
a través de mi cuerpo:
Buenos Aires.
Entre un río que golpea
destinada y genesíacamente
todos los tiempos de la terrible felicidad humana.
Entre ese río y la dispersión rala
de los extramuros,
y después el campo,
la planicie sedimento.
Dentro de ese contorno polémico,
Buenos Aires.
Hombres polémicos
que estamparán su pena en la noche estrellada:
…Y volcando,
desencadenando sus represas perfectas
el Norte ya cantado,
represas fijas al fondo,
al fondo de la tierra
por el cuño de Dios, no las obras de Dios,
por el esqueleto de Dios, no la revelación de Dios.
¿Por estos diminutos huecos de tierra
debemos recomenzar la búsqueda?
Hemos palpado a nacer,
en nosotros,
glóbulos,
glóbulos perfectos
que impensadamente se henchían
están hoy diluidos,
impensadamente también
por estos espacios del mundo nuestro:
Buenos Aires.
Pero cuando el flanco se agita
con la final molicie,
cuando el descuajado talud se abandona
a su resbaladizo e incontenible fin,
el corazón que ama la plenitud
despliega su alarido
despeña su urgente necesidad de aurora,
y entonces el Norte
nuevamente
como también eterna
eternamente,
por los diminutos huecos de la tierra
comienza a arrojar
las amontonadas
las contenidas represas
las infinitas gotas
los receptáculos del vino añejo:
cabezas,
cabecitas negras,
padres en los frutos válidos.
Dejadme sonreír,
permitidme que sonría…
¿Alguien,
algunos pueden
pueden todavía vencer a la muerte?”
Alicia selló su vida, paradójicamente, con su desaparición en 1977, después de una intensa vida militante. Finalmente se reunió con su amado Bebe.
Comparto además el link del documental “Alicia y John, el peronismo olvidado” de 2008, para que puedan tomar contacto más cercano con el sentir de ambos.
Bon Appetit.
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