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La Única Víctima, fue la Estrategia

Por Silvano Pascuzzo

Hace varias semanas que venimos insistiendo, en nuestras notas sobre política nacional, en una idea que juzgamos muy relevante, a la hora de evaluar el desempeño de la gestión del Frente de Todos: la que pone el acento en la estrategia, más que en la táctica, en los procesos, más que en los hechos; y en las estructuras, por encima de los personajes circunstanciales del “vodevil” mediático. La reciente crisis policial – con sus múltiples y variadas consecuencias – desnuda el error apreciativo de las conducciones de los diversos espacios – pero particularmente la del Kirchnerismo – consistente en estimar que el conflicto, como elemento unificador y forjador de identidades en disputa; debía ser sublimado, por la irreal y banal imagen, digna de un Tratado Escolástico sobre la “Paz Universal”, que creía posible, y hasta deseable, un acuerdo con contendientes encarnizados, dispuestos a cualquier bajeza, con tal de afianzarse en su rol opositor.

En nuestra óptica, se han perdido nueve meses fundamentales, entregándole al enemigo – porque aún existe y busca nuestra destrucción – la iniciativa y la capacidad de ordenarse y rehacerse, para pasar al contraataque en toda la línea. Sorprende el silencio de muchas compañeras y compañeros, que en otras circunstancias hubieran mantenido actitudes diferentes. Se los ve convencidos de que ya no es posible transformar estructuras, sino que sólo puede aspirarse a encontrar un espacio, tranquilo y formal, al interior de las estructuras institucionales de la Democracia Liberal.

El origen de ese equívoco, fue la afirmación – sólo comprobable de modo contrafáctico – de que Cristina no podía ganar las elecciones de 2019 y que ,en su defecto, le sería imposible gobernar. Ese eslogan – porque es un eslogan – tiene demasiado gusto a “sabiduría convencional” y, en todo caso, desnuda debilidades estratégicas en materia de construcción y representación. Se ha puesto – con el dedo – en la Presidencia, a un socialdemócrata sin valentía ni espesor, portador de una historia poco gratificante, de un recorrido en algún caso poco feliz, y de escaso peso en materia de conducción territorial y/o social. Un personaje que, tras años de compartir las mieses del Poder, se fue al campo enemigo de excursión, prestando sus servicios a cuanto denostador se le presentara de la figura de Néstor y Cristina. Las razones del indulto y el premio al que ha sido acreedor, serán personales, puesto que no encontramos – ni encontraremos – razones políticas prácticas que lo justifiquen.

“La grieta” no sólo no se ha cerrado, sino que se ensancha todos los días unos centímetros, perjudicando a un Gobierno sin “Plan B”, con todas sus líneas directivas comprometidas en la lucha diaria, y mostrando que la concordia, los buenos modales y la urbanidad no son valores realmente operantes en la cultura política argentina. Se ha hecho profesión de fe dogmática, moralista y poco realista; anteponiendo los deseos cobardes de una clase dirigente hipócrita y timorata, a los de la Nación y el Pueblo. Todo edulcorado por un sermoneante discurso pacifista, que no convence ni a sus propios propagadores.

La falta de conducción es ostensible y muy evidente. Un desorden preocupante atenaza los actos del Poder Ejecutivo y de la administración a su cargo. Ataques a ministros provinciales, surgidos del corazón mismo de la alianza oficialista; toma de tierras y actos vandálicos contra la propiedad; muestran un estado ausente, ocupado en roscas y rencillas menores, más que en sus tareas específicas. El discurso no tiene correlato ni con la práctica ni con los resultados. La gestión no encuentra óptimos rendimientos, que justifiquen la liberalidad ideológica y la flatulencia discursiva del Jefe de Estado y sus colaboradores más íntimos.

Es interesante ver como un “diagnóstico equivocado” conduce, casi inevitablemente, a resultados pobres y menesterosos en Política. Se han confundido los intereses convergentes y simétricos de los personajes de la clase dirigente, con los intereses enfrentados, de sectores sociales en pugna, desde hace décadas en el país. Los cálculos electoralistas no permitieron ver el bosque, mientras los compromisos con candidatos sobrevalorados entre el mundillo profesional de los operadores de prensa y los asesores de imagen, ataban a la conducción kirchnerista a acuerdos poco rentables.

Hoy, Mauricio Macri y Rodríguez Larreta tocan a rebato las campanas y los tambores de guerra, mientras el campo popular se encuentra desmovilizado, desmotivado y en retroceso. Nadie podrá hacerle demasiados cargos a Alberto Fernández, ya que nunca ha conducido ni liderado nada; sino a los jefes del espacio más dinámico y fuerte. Quien tiene experiencia, los votos y la confianza de millones y legitimidad para mandar y ser obedecida, cambió su rol de articulación y liderazgo, por cuatro Tweets semanales. Una auténtica locura.

El enemigo ha salido del desconcierto que tal actitud le provocara. Se sentía amenazado por un “molog populista”, dispuesto a todo para conseguir revancha; y ahora observa a sus pies un pequinés balbuceante, de ladrido estentóreo y dientes gastados. Ya no tiene temor, ni dudas; avanza por la puerta abierta que han dejado nuestras vacilaciones; nuestra auto flagelación, auto castración, y auto devaluación políticas.

La victoria táctica de 2019 se está convirtiendo en un retroceso estratégico peligroso, que puede derivar – más temprano que tarde – en una derrota o, incluso, en una estampida. Parecen haber tenues reacciones, que dan esperanza a quienes nos sentimos incómodos, inquietos y preocupados; no por la suerte de persona alguna, o de algún sector específico; sino por las esperanzas de nuestro Pueblo, en la aventura quijotesca, iniciada en mayo de 2003.

Ni el Partido Justicialista, ni el Frente Renovador, sufrirán demasiado la dilución de los ideales, en meras formas reiterativas de un discurso petulante, groseramente repleto de lugares comunes. Será el Kirchnerismo la víctima propiciatoria en el festín de los poderosos. Por una falsa conciencia de debilidad, que a esta altura resulta torpe y mal articulada. Si eso ocurriera, la Táctica habrá prevalecido – cómo de hecho sucede en un mundo dominado por la inmediatez irreflexiva de una Política colonizada por el lucro y las corporaciones – por sobre la Estrategia, que será, sin dudas, la única víctima.

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