Entrevista al Doctor Jorge Osvaldo Furman. (El presente reportaje salió publicado en la Revista “Cuestión Central”; publicación del Centro de Estudios para la Integración Americana (CEPIA). Año 4, número 6; Buenos Aires, Argentina; Noviembre-Diciembre de 2000).
Contemplando la situación en la que se halla la Humanidad en las vísperas de un nuevo milenio, ¿Cómo caracterizaría usted a la Globalización en la que se encuentra inmersa?
En principio, debemos aclarar que es mucho más adecuado hablar de Mundialización y no así de Globalización. Está claro que ninguno de estos conceptos puede resultar algo antipático, pero si revisten entre ellos marcadas diferencias.
Siendo consecuentes con esta línea interpretativa es posible identificar al primer globalizador en la figura de Cristóbal Colón (1451-1506), dado que en el descubrimiento de América, puede percibirse el comienzo de una nueva etapa caracterizada por una profunda y gran expansión económica de Europa, que incorpora a América como parte integrante de la misma Globalización, junto con otros territorios del Mundo conocido, como pueden ser las costas africanas, India y China.
Por ejemplo: cuando los europeos arriban a América, los teólogos comienzan a discutir la humanidad de los indígenas. Tanto es así, que el Padre Bartolomé de Las Casas (1474-1566) y el Padre Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573), se enfrentan alrededor de semejante cuestión, en un debate que fue famoso. Estos nos indica que la Globalización económica era una cosa que se percibía con claridad, aunque la Mundialización – de carácter cultural y social – generalmente pasaba desapercibida por la mayoría de quienes tomaban las decisiones.
Desde tiempos históricos lejanos, ocurría que los hombres creían que su prójimo era quién estaba a su lado, por lo que el concepto de prójimo no ostentaba una considerable extensión. Para Aristóteles (384-322 A.C), aquellos que no eran prójimos eran los bárbaros, y casualmente éstos eran quienes no podían ser considerados humanos. Ello refuerza aún más la idea de que la Globalización, o la integración económica, no es igual que la Mundialización o la integración de los grupos humanos; pues ésta última expresa un concepto de carácter integral.
El Mundo desde una perspectiva económica siempre estuvo conectado y vinculado. Es cierto que, en algunas oportunidades, estuvo más conectado que en otras, y que a veces esto fue realizado con mayor conciencia y otras tantas sin ella. Ocurría que los contactos eran tan esporádicos, tan poco profundos, que la mayoría de la población no se enteraba de su existencia. Había una enorme cantidad de culturas que no se relacionaban entre sí, y muchas de ellas sólo lo hacían circunstancialmente.
La forma de relacionamiento entre ellas era tal, que en muy escasas ocasiones se reconocían mutuamente su calidad humana. Por ello es importante insistir en el hecho de que lo extranjero, lo lejano, lo bárbaro, no era humano. De cualquier modo es necesario resaltar que toda esta situación no impedía ni la mestización ni la explotación económica; pero sí impedía el surgimiento del concepto de humanidad. Lo cual no hace más que confirmar la idea de que la Globalización es algo vieja, mientras que la mundialización es extraordinariamente nueva.
Es de público conocimiento que todos los fenómenos sociales, económicos y políticos de orden mundial, tienen causas que los originan y los determinan en su existencia ¿Cuáles son entonces, según su parecer, las causas fundantes de la Globalización que nos acecha?
Para responder esto adecuadamente, debemos preguntarnos: ¿quién es el que realiza semejante integración económica mundial que denominamos Globalización? Evidentemente, es el Capitalismo, que es mucho más viejo que la Globalización, y que desde el siglo XI aparece subordinado a la organización feudal de la sociedad europea, agrícola y esclavista. No es posible ocultar entonces que el Capitalismo será quien llevará a cabo una gran revolución en lo concerniente a la integración económica del planeta, mucho antes del comienzo incipiente de la revolución industrial del siglo XVIII, que aún no ha concluido. Esta incorporación de América al mundo conocido hasta este momento, forma parte de un proceso estructural de la globalización comercial, que no sólo la incorpora a ella, sino que también integra a Oceanía durante el siglo XVIII.
Estamos enfrente ya de una Globalización económica que se expande a lo largo de todo el planeta día a día. Aunque no debe perder de vista a éste conocimiento del mundo, contempla tan solo las costas de dichos continentes, pues al interior de ambos, desconoce, al igual que la enorme profundidad del territorio africano, que será descubierto recién en el siglo XIX. Algo totalmente lógico dentro de un proceso que, en esencia, es eminentemente comercial.
Si bien hasta alrededor del año 1700, la Globalización fue eminentemente comercial, después de esa fecha será esencialmente industrial. El Capitalismo tiene su origen en las ciudades estado italianas, pero finalmente se consolida en los países de Europa del Norte: Francia, Holanda e Inglaterra. Este es el tipo de Capitalismo que estará en la vanguardia de la Globalización comercial, que ya en el siglo XIX degenerará en lo que hoy en día denominamos como Imperialismo.
De cualquier manera, es muy importante destacar que la gran mayoría de la Humanidad no llegó siquiera a tomar conocimiento del desarrollo de este enorme proceso estructural que estaba en continua evolución. El 80% de la población de Rusia era campesina, en los Estados Unidos de América el 65% y en China el 90%. Esta Globalización absolutamente precaria alcanzaba sólo a pequeños grupos de la población del planeta. La mayoría de las personas vivían inmersas cotidianamente en su mentalidad de aldea.
Lo real es que hubo quienes profetizaron el escenario actual y, si nos atrevemos a inmiscuirnos en sus profecías, tendremos la posibilidad de desentrañar muchas de las características de la sociedad en la que vivimos. Ya en el siglo XIX hubo quien observó claramente el problema de la Globalización, como por ejemplo, Karl Marx (1818-1883). Él descubrió que, mediante sus expansiones y convulsiones regulares, el sistema capitalista terminaría unificando al planeta; y, si bien muchas de las conclusiones a las que llegó pueden estar erradas, acertó en lo fundamental. Cuando aseveraba que el Capitalismo integraría al planeta, sin duda que estaba en lo cierto, más allá de pensar en un Capitalismo comercial, y no en el actual, que desarrolla la integración del mundo a través de la producción. Este es el fenómeno realmente novedoso. Es por eso que la Globalización es ahora un problema cotidiano. Nadie le puede escapar.
En suma: ¿debemos hacer referencia a diversos tipos de Globalización? En pocas palabras, la Globalización no es hoy solamente comercial, sino que reviste también enorme importancia a nivel financiero. Y no sólo financiero, sino y por sobre todas las cosas a nivel productivo. Esto quiere decir que, por primera vez en la Historia, la integración se da en la producción, con lo cual, un producto de origen chino o vietnamita, puede perjudicar a un productor nacional.
Por eso es conveniente sostener que la Globalización económica es, en esencia, una globalización productiva. Es así que la Globalización transitó por diversas etapas. La primera de ellas ha sido comercial, y corresponde históricamente al descubrimiento de América. La segunda fue comercial y financiera, y fue conocida como la época signada por el imperialismo, que dio a luz el siglo XIX. Y la última de ellas, es en la que estamos inmersos, que no es más que la Globalización de carácter productivo.
El problema reside entonces en descubrir cómo nos afecta semejante proceso, que aunque se nos presenta como inexorable, no tiene por qué someternos a sus arbitrios sin un ápice de independencia de criterio….
Es cierto. Toda América Latina a principios de la década de 1990 se encaminaba, aparentemente, por el sendero de su definitiva incorporación a Occidente. Desde el punto de vista político, la Democracia se había extendido cual mancha de aceite a través de toda la extensión de nuestro continente. Y desde el punto de vista económico, habíamos comenzado a consolidar trabajosamente las estructuras económicas de mercado libre.
Pues bien, esto que sucedía hace diez años atrás, cotejémoslo con la actualidad. Los latinoamericanos estamos sufriendo una profunda crisis de la Democracia; acompañada de una también profunda crisis del sistema de libre mercado que, según opiniones de varios “especialistas” en la materia, están relacionadas con los variados efectos colaterales negativos de ese proceso global.
Traduzcamos éste fenómeno en cifras: la población mundial se compone hoy de 6.000 millones de seres humanos, de los cuales 800 millones están absolutamente excluidos de todo tipo de producción económica moderna. En el África negra hay muchas personas que viven en la más extrema pobreza, a tal punto que ya ni siquiera revisten utilidad como esclavos, como pasaba en siglos anteriores. El África negra sencillamente está casi excluida de la Globalización productiva, al igual que varios países de nuestra región, como Haití.
Asimismo, en el mundo presumiblemente integrado, se están generando una enorme cantidad de cuestionamientos acerca de la Globalización económica del planeta, pues existen sectores crecientes de marginados y excluidos entre sus mismas poblaciones, tanto en Europa como en los Estados Unidos. Esto demuestra, a simple vista, que la Historia aún no ha terminado, sino que se ha dado comienzo a una nueva etapa de la misma, en la que la única certeza es el hecho de que ninguna región podrá liberarse fácilmente de la Globalización que ya está en marcha hace mucho tiempo.
¿Al hablar de Capitalismo, a qué está haciendo alusión?
Es verdad, resta saber aún qué es lo que deseamos describir cuando hablamos de Capitalismo. Es necesario para ello saber cuáles son sus elementos constitutivos esenciales. En principio, diremos que capital hubo siempre en la medida en que existió la acumulación de riquezas. Por ejemplo, para los pueblos antiguos, el principal capital económico eran los esclavos. Tanto es así, que todos los pueblos considerados ricos, tuvieron esclavos, y tan sólo los pobres carecían de ellos, aunque no debido a una cuestión ética o moral.
Por eso, en el Capitalismo, la conservación del capital no importa en lo más mínimo, pues sólo adquiere relevancia su inversión dentro del proceso de acumulación de riquezas. En pocas palabras, la ecuación básica del Capitalismo es la inversión de riesgo con elevadas tasas de ganancia. Es por ello que el Capitalismo tiene sólo una ética económica. Al Capitalismo siempre hay que estar salvándolo de los capitalistas. El Capitalismo parece tener , por un lado, la fórmula de la creación de riqueza al estimular el egoísmo humano; y por el otro, este mismo egoísmo, si no se lo controla – sin matarlo, lo cual no es tarea fácil – termina destrozando el tejido social. Y por supuesto, el único instrumento capaz de controlarlo es el Estado, por lo menos mientras no aparezca algún elemento mejor.
El Capitalismo implica una magnífica capacidad de acumulación de riquezas, que facilita la consolidación de la sociedad civil democrática; pero también no es menos cierto, que puede – sin ningún tipo de límite – destruir la Democracia. La solución no se encuentra entonces en la supresión o eliminación de los capitalistas; sino en la regulación de su accionar, que debe ser una de las funciones primordiales del Estado. Tenemos que regular el Capitalismo, crear e imponer una tensión permanente entre Libertad e Igualdad, porque sólo así es posible una Democracia verdadera. Es necesario recrear un diálogo permanente y constante entre la Comunidad, por un lado; y el Capitalismo por el otro. Para ello el Estado debe ejercer un papel protagónico. En este sentido, tanto el concepto de integración como el de Mundialización cobran una importancia extraordinaria. ¿No es así?
La necesidad de utilizar el concepto de Mundialización está dada por la importancia de significar la integración de todo el género humano, teniendo en claro todos los aspectos que configuran la naturaleza humana, y no sólo sus expresiones económicas. Mientras que con la Globalización hacemos referencia a una categoría económica, con la Mundialización deseamos resaltar la óptica filosófica de una categoría totalizadora. Y éste último concepto solamente aparece cuando la Humanidad está en condiciones de conocerse, tiempo después de intercambiar productos y dinero. De ésta forma, en términos operativos, la Globalización debe ser una parte más de la mundialización, cuyo significado es mucho más abarcativo e integral, y no un elemento de alto conflicto para la integración mundial; peligro del cual todavía no nos encontramos a salvo. Por todo ello, es imprescindible concebir al Mercosur como un paso previo a la consolidación de una verdadera integración americana. Pues en la Constitución del Mercosur, como una sincera comunidad de pueblos unidos, estará el germen de nuestro paulatino ingreso en la Mundialización, que no es otra cosa que la integración de todo el género humano en una gran Comunidad.
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