Por Silvano Pascuzzo
El escenario político argentino, luego de meses de crisis sanitaria – que aún no ha concluido, ni en el país, ni en el Mundo – y de un agravamiento de la crisis económica, producida por el intento de los liberales de revertir la estructura productiva industrialista, en dirección a un esquema agrario financiero – un intento más, entre tantos –; va tomando la forma que el “Poder Real” desea que tome: la de un bipartidismo entreguista, demagógico y absolutamente postrado ante los intereses del Gran Capital, local y extranjero.
La capitulación del Kirchnerismo y la desmovilización de los propios, con la excusa de la pandemia, le ha permitido a sus dirigentes aceptar, sin grandes costos, el cambio de rumbo orientado por el “vicario” que ocupa, en Balcarce 50, el “Sillón de Rivadavia”: Lo que en realidad ha ocurrido, y está ocurriendo, es que Sergio Massa y el Frente Renovador, junto con el Partido Justicialista, manejan la agenda estratégica; mientras los seguidores de Cristina Fernández de Kirchner balbucean generalidades sobre “independencia del Poder Judicial” y sobre “correlaciones de fuerza negativas”.
Y la línea estratégica del Massismo es, ni más ni menos, que la plasmación de una alianza con sectores económicos poderosos, en busca de poner en marcha un modelo de acumulación centrado en la agregación de valor en la actividad agropecuaria, y no mucho más; con su correlato de salarios deprimidos, flexibilización de los derechos laborales, un Dólar alto y, sobre todo, orden y control social, para permitir, a los mismos de siempre, que continúen haciendo lo que mejor saben: evadir impuestos y fugar capitales.
Esto implica, sin dudas, la destrucción del espacio nacido en 2003, de la mano de Néstor Carlos Kirchner; y, en consecuencia, la desarticulación del único Proyecto que, en casi cuatro décadas, se animó a cuestionar la estructura de poder heredada de la Dictadura Genocida. Con los votos de ese sector – el más dinámico y activo de la coalición – se intenta retornar a la etapa anterior a la crisis de 2001; es decir, a los años 90.
Las causas de este tremendo giro, se hallan – no tenemos dudas – en la misma constitución del Frente de Todos; conformado – pura y exclusivamente – para sacar a Mauricio Macri de la Presidencia. Sergio Massa y los caudillejos peronistas – territoriales y gremiales – pusieron, como condición, que Cristina desistiera de un tercer mandato; siendo Fernández la “única solución a mano”. Una solución que viene dándole al campo nacional más disgustos que otra cosa.
Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, junto al ex Intendente de Tigre y al Presidente de la Nación, se aprestan a conformar el “contubernio herbívoro” con el que sueñan los grandes CEOS de la Argentina; en el que el Kirchnerismo será el convidado de piedra, presente en el mismo, a los solos efectos de mantener dentro a sus incautos votantes. Un rol lamentable y penoso para La Cámpora, los Movimientos Sociales, el Sindicalismo Combativo y la Izquierda Nacional; y que dista mucho del que hubiese aceptado cumplir su fundador, de haber estado vivo.
Mientras tanto, la Vicepresidenta se expresa por las redes sociales, de modo esporádico; siempre hiperbólicamente, resignando protagonismo en manos de nulidades, segundones o repetidores seriales de eslóganes pseudo progresistas, anquilosados y cobardes. Su responsabilidad en el devenir de los acontecimientos es mucha, demasiada para no poner el foco en su manifiesta falta de compromiso con lo que escribiera en un libro de más de 300 páginas, que nadie nombra más, pues es incómodo seguirlo promocionando.
A su vez, el Gobernador Axel Kicillof se debate entre los vínculos ineludibles con sus socios electorales del FR y el PJ, y sus ideas más arraigadas. Se lo nota incómodo, tenso, culposo. Deberá, no obstante, diferenciar su gestión de la de Alberto Fernández – cada día más pobre en materia de administración de las crisis económica y sanitaria – si no desea convertirse en el “pato de la boda”. De lo contrario, su futuro político quedará limitado a ser un oscuro remedo, de lo que pudo ser y no fue.
Se acercan tiempos difíciles, en los que no habrá nada para festejar. Sólo podemos seguir luchando y diciendo lo que pensamos, con la mayor honestidad y claridad. En minoría – e incluso en soledad – habrá que intentar oponerse al avance de la desazón y el abatimiento, que el fracaso de la experiencia Kirchnerista, va a dejar entre muchos de nosotros; que esperábamos – ingenuamente – otra cosa. Y eso hasta que aparezca una nueva oportunidad, para hacer posible los sueños de una Patria Grande y un Pueblo Feliz.
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