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Eduardo Sívori

Por Paris Goyeneche

Eduardo Sívori nació en Buenos Aires el 13 de octubre de 1847. Sus padres, de origen italiano, lo dedicaron desde su juventud al comercio y, en 1859, cuando contaba doce años de edad, se presentó a optar por una beca de estudios de pintura en Europa, pero fue rechazado por su corta edad. Viajó al Viejo Mundo en 1873, y deslumbrado por cuanto había visto en los museos de Roma y de Florencia, regresó a Buenos Aires.

En 1874, estudió con su primer profesor Francisco Romero y, al año siguiente, concurrió a una exposición de dibujos al carboncillo, organizada en París por la revista “Foussin”, donde envió un paisaje del bosque de Palermo. Promovió la fundación de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, reuniendo en su casa a Alfredo Paris, Carlos Gutiérrez, Eduardo Schiaffino, a su hermano Alejandro Sívori, y al pintor veneciano Aguayarí para tal fin. De esa reunión surgió la primera asamblea de la Sociedad, que tuvo lugar en la confitería del Águila, en la calle Florida, siendo elegido presidente el pintor Juan Caamaña (23 de octubre de 1876).

Realizó estudios con Romero, y luego con Charton y Aguyarí. Intervino en el Salón Continental, donde fue premiado con medalla de oro. Y así fue ganando méritos con esas participaciones y, por ello, se lo designó para integrar un grupo de artistas argentinos que viajaría a Europa para perfeccionarse pero, debido a exigencias de su familia, no pudo hacerlo. Sin embargo, no tardó en viajar a París, y consiguió estudiar con Jean-Paul Laurens, cuya escuela frecuentó hasta 1888. A él le debió la disciplina formal de su pintura y la influencia del color que se advierte en sus primeras obras. Allí trabajó al lado de Collin, Hannoteau y Puvis de Chavanne, de quienes recibió influencia.

Pintó obras de franca filiación naturalista en que se advierte la gravitación del espíritu, entonces dominante, de la literatura de Emile Zola, y la brocha de Courbet. Entre estas obras, figura Le lever de la bonne, enviada al Salón de París de 1887, y actualmente en el Museo Nacional de Bellas Artes. Este cuadro, un desnudo de mujer de tamaño natural, logró suscitar en Buenos Aires lo más afirmativo del talento de Sívori. Es un hermoso trabajo, de excelente factura, en que los problemas de las formas y la representación del espacio están resueltos con soltura y buen gusto. A idéntica inspiración obedecen otros cuadros suyos: La pequeña rentista, La nueva sirvienta, La muerte de un campesino, Idilio campestre, Sin familia. Expuso en el Salón de París hasta 1891, fecha en que regresó a Buenos Aires. La frecuentación de los talleres de importantes pintores en París, y el conocimiento de los impresionistas, contribuyeron a decidir la evolución de su visión y de su técnica, aunque no adoptó la estética y los procedimientos de estos últimos.

Otras de las composiciones de su obra son las Niñas bañándose, el sólido y bello retrato femenino en el Museo Nacional, que puede incluirse entre los más dignos de su arte. Su Autorretrato, de 1885, existente también en dicho Museo, expresa uno de sus mejores momentos.

En Buenos Aires, encaró una expresión más sutil a través del paisaje pampeano y del retrato, género éste en el que ya había demostrado sobrado dominio. Fue uno de los primeros que realizó arte nacional y logró incorporar algo de la belleza de la pampa, en Los gauchitos, A la querencia, Puesto criollo y La pampa en Olavarría. Sus óleos tienen tiernos y ligeros colores que los acercan a la acuarela.

Grabó tres planchas: Carretas, La tranquera y Tropas de carretas, consideradas, junto a las obras de Emilio C. Agrelo, las primeras aguafuertes realizadas por artistas nacionales. Fue presidente de la Sociedad de Grabadores. Ejecutó retratos diversos, si se recuerda el de Burmeister o el de Matea Vidich. Otra de sus obras representativas es Primavera (1914), existente en la Presidencia de la Nación.

Como profesor, se destacó al tener discípulos de la talla de Pittaluga, Daneri, Lynch y Mario A. Canale. Fue director del Museo de Bellas Artes. Sólo por excepción ilustró alguno que otro libro, como Los dioses de la Pampa, por Godofredo Daireaux, y las Poesías, de Domingo Martinto.

Falleció en Buenos Aires, el 5 de junio de 1918. Como lo señaló José León Pagano, el pintor Sívori perteneció al grupo de los “organizadores” y fue el decano de ellos. Como cofundador de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, cuya academia alcanzó un desarrollo que hizo necesario su traslado al ámbito oficial, le cabe ese merecido título, aún más honroso si se piensa que, a ese núcleo de artistas, se debió también la creación de nuestro Museo Nacional de Bellas Artes y que el propio Sívori pudo ser considerado en su momento como un pintor “revolucionario”.

Visitar el Museo Nacional de Bellas Artes es conocer a Sívori. Ves su trabajo y lo reconocés al instante. Ya lo has visto. Más allá de ser pintor de academia en Europa, Sívori le ha dado el ojo de nuestras pampas al arte nacional. Escenas de la vida cotidiana, de la vida conyugal si se quiere, y del otro lado de la moneda, el de la servidumbre, el del peón rural, realidades paralelas en el mundo que le tocó vivir. Aquí les incluyo algunas de sus obras más características, y que están listas para ser descubiertas en cualquier momento.

Bon Appetit.


"La Muerte del Marino" (o del Campesino) Eduardo Sivori Año 1888 - Oleo sobre tela 190 x 242 cm.

Eduardo Sívori (Argentina, - En el taller, Óleo sobre lienzo, 132 x 901 cm (Museo Nacional de Bellas Artes - Buenos Aires, Argentina)

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