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Breve reflexión sobre el orden liberal global

Por Lautaro Garcia Lucchesi


“La verdadera seguridad se halla más bien en la solidaridad que en el esfuerzo individual aislado” Fiódor Dostoyevsky.

El sábado 3 de abril, Henry Kissinger escribió un artículo para el Wall Street Journal, titulado “The coronavirus pandemic will forever alter the World Order”. En esta breve columna, Kissinger presenta una corta reflexión sobre el impacto de la pandemia del Covid-19 y la respuesta del gobierno norteamericano a ésta. Pero no es este el punto en el que deseo concentrarme.

Llegando hacia el final del artículo, Kissinger plantea que, teniendo en cuenta las lecciones aprendidas con el desarrollo del Plan Marshall y del Proyecto Manhattan, Estados Unidos está obligado a emprender un mayor esfuerzo en tres esferas. La primera, y menos controversial, está asociada a los avances de la ciencia médica. Aquí, Kissinger afirma que los Estados deben desarrollar nuevas técnicas y tecnologías para el control de infecciones y mejorar la distribución de vacunas en los grandes centros urbanos, donde se concentra la mayor parte de la población; también los Estados deben mejorar los protocolos y su capacidad de reacción para enfrentar este tipo de escenarios. Hasta acá, nada que objetar.


Ya la segunda esfera es un poco más polémica. Kissinger cree que la segunda tarea a la que se debe avocar el gobierno norteamericano es sanar las heridas de la economía mundial. En este punto, el ex Secretario de Estado asegura que la contracción económica iniciada con esta pandemia es un fenómeno nunca antes visto, y las medidas gubernamentales, como el distanciamiento social y el cierre de negocios y escuelas, profundizan esta contracción. Sin embargo, cree que los líderes globales han aprendido importantes lecciones durante la crisis del 2008, las cuales permitirían un mejor manejo de la situación actual.

Ahora bien, ¿es el Covid-19 el verdadero causante de todos los males que afectan hoy a la economía internacional? ¿o es este virus sólo un accidente que hizo estallar un conjunto de desequilibrios, principalmente en el sistema financiero, que son preexistentes y que se vienen incubando desde la salida de la crisis anterior? Personalmente, me inclino por la segunda opción. En la edición anterior de Koinón, expusimos la existencia de todo un conjunto de indicadores que mostraban que se estaba incubando una crisis, en niveles muy similares a los de la crisis de las hipotecas subprime. Repasemos brevemente. En el mercado de las Repo, la Fed viene inyectando grandes sumas de liquidez, de forma diaria, desde septiembre del año pasado. Desde marzo, esta inyección se disparó hasta los U$S 150.000 millones para préstamos diarios. En el mercado de los seguros de hipoteca, los rendimientos de este tipo de seguros, en comparación con los bonos del Tesoro norteamericano a 10 años, muestran una diferencia del 72,1%, una disparidad similar a la que se observó durante la crisis anterior. También hubo un récord de stock de bonos corporativos no financieros, mayormente de bonos basura, que alcanzó los U$S 13.500 millones a finales del año pasado, el doble que el existente en diciembre del 2008. Por último, la relación deuda global-PBI alcanzó un récord histórico del 322%, lo que representa unos U$S 253 billones. Este era el escenario pre-pandemia.

Analizando estos indicadores, ¿podemos realmente afirmar que los líderes globales han aprendido la lección luego del 2008? Por otro lado, se vuelve a cargar sobre los gobiernos nacionales la tarea de reparar el daño económico y social causado por los desequilibrios producidos en el mercado financiero. Un mercado que siempre se ha caracterizado por impulsar la menor intervención posible del Estado en éste, afirmando que esta es la mejor manera de garantizar su correcto funcionamiento. Más cuando aparecen los problemas, siempre es el Estado el que cumple el rol del bombero que sale a apagar el incendio. Los controles gubernamentales impuestos tras la última crisis han demostrado no ser suficientes para evitar otro desastre. Si en el 2008 los causantes del estallido fueron los bancos, esta vez fueron las entidades no financieras y el sector empresarial. Y sin embargo, ya han salido a ocupar los sets de televisión y radio los gurúes del liberalismo económico, exponiendo su receta sobre cómo salir de esta crisis.

No hay que olvidar que Kissinger fue consejero de Seguridad Nacional, y luego Secretario de Estado, del gobierno de Richard Nixon, el cual, el 15 de agosto 1971, decretó el fin del sistema del patrón oro, lo que marcó el reemplazo del capitalismo productivo/industrial por el capitalismo financiero. Desde esa fecha, hemos atravesado alrededor de una decena de crisis económico-financieras internacionales; por nombrar algunas: dos crisis del petróleo, la crisis de los tigres asiáticos, el Efecto Tequila, la crisis de las puntocom, la crisis del rublo, la recordada crisis argentina del 2001-2002 y la crisis hipotecaria del 2008.

La tercer tarea sobre la que Estados Unidos debe trabajar, según Kissinger, es salvaguardar los principios del orden liberal global. Para este autor, los pensadores de la Ilustración reformularon el concepto del gobierno moderno, argumentando que la tarea del Estado es ser proveedor de las necesidades fundamentales de los individuos: seguridad, orden, bienestar económico y justicia. Las democracias modernas deben defender estos valores del Iluminismo, según Kissinger; caso contrario, el contrato social va a desmoronarse tanto doméstica como internacionalmente. ¿Pero no ha sido este mismo orden el que nos ha sumido en sucesivas crisis? ¿No han sido también los encargados de mantener este orden quiénes han robado suministros que otros países habían solicitado para atender a sus enfermos, en medio de esta crisis sanitaria? ¿Ha entregado bienestar económico general y justicia un orden en el que, por ejemplo, el 1% de las personas más ricas del mundo posee más riqueza que el 60% de la población mundial? El restablecimiento de este orden, de ser posible, algo bastante dudoso, sólo sería el último manotazo de ahogado de una potencia decadente, que se aferra a su rol de hegemón del sistema internacional, por recomponer el status quo; rol en el que, lenta y gradualmente, está siendo reemplazado.

El problema de este orden liberal global no es un problema de aplicación de la teoría a la realidad. Muy por el contrario, la principal deficiencia, como lo venimos sosteniendo desde hace tiempo en este portal, radica en el componente metafísico y antropológico de esta teoría. El individuo, en la historia, es una abstracción, como decía el padre de Annales, Lucien Febvre; y la presunción de que la acción egoísta individual, dirigida a la maximización de beneficios también individuales, puede, en el largo plazo, contribuir al beneficio colectivo es un mero autoengaño.

En momentos como los actuales, donde se requieren respuestas colectivas para poder resolver esta situación límite, el liberalismo muestra la hilacha. Países que se roban insumos médicos entre sí, que intentan apropiarse, con carácter exclusivo, de la patente de una posible vacuna, para luego lucrar con su comercialización; líderes que invocan argumentos religiosos para justificar la muerte de sus gobernados; sectores que aprovechan la situación para impulsar recortes presupuestarios en el sector político, sobre el cual, al mismo tiempo, recae toda la responsabilidad para salir de la pandemia de forma adecuada. Estas son sólo algunas de las formas en las que se cristaliza hoy este orden “justo y próspero” del que habla Kissinger.

Lo que necesitamos es un nuevo orden internacional, multilateral, cooperativo y respetuoso de las soberanías nacionales, que debe partir de un nuevo orden doméstico, fundado no sobre el egoísmo y el interés individual, sino sobre la solidaridad, el interés colectivo y un nuevo modelo de democracia, más amplia y participativa que la democracia liberal.


Notas - Artículo de Henry Kissinger para el Wall Street Journal disponible en https://www.henryakissinger.com/articles/the-coronavirus-pandemic-will-forever-alter-the-world-order/


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