Por Jorge Osvaldo Furman
El texto que presentamos, es parte de una ponencia presentada por el autor y por nuestro Director, Silvano Pascuzzo, al Congreso Nacional de Ciencia Política; organizado por la Sociedad Argentina de Ciencia Política (SAAP); en Noviembre de 2001, en Río Cuarto, Provincia de Córdoba: La Argentina y Sudamérica, Frente al Desafío de la Mundialización
En la década del ‘60, para esta parte de América, surgen tres opciones sobre como aprovechar una etapa de prosperidad sin precedentes, a nivel mundial. La primera, es la alternativa marxista leninista, encarnada desde 1959, por la Cuba Castrista, en su enfrentamiento directo con el llamado Imperialismo Norteamericano, en la zona del Caribe. La segunda, que postula para el futuro de la región, la idea de la modernización a través del llamado “Desarrollismo”; el que buscaba transformar la realidad desde adentro del Capitalismo. Es el caso de los gobiernos de Frondizi en Argentina y de Betancourt en Venezuela. Finalmente, la tercera, es la que Guillermo O’Donnell popularizó con el nombre genérico de Estado Burocrático Autoritario. Aquí, desde un punto de vista sociológico, tenemos una alianza entre el establishment comercial e industrial, las Fuerzas Armadas y los sectores más dinámicos del Capitalismo trasnacional; esto es, las empresas multinacionales estadounidenses y europeas. Políticamente, era una salida autoritaria, que buscaba producir orden interno, en función del desarrollo económico.
La Revolución Brasileña de 1964, fue así un intento de cambio desde arriba, que modificará el esquema socio económico, por medio de una clarísima planificación y programación, con el establecimiento de prioridades en materia de inversión, ahorro interno, política monetaria y cambiaria. En una palabra, el Estado más fuerte que nunca, a la vez que se busca crear condiciones para la aparición de un Capitalismo con mayor independencia, y menor vulnerabilidad, con respecto a la economía internacional. En el marco institucional impuesto por los militares, se deseaba consolidar las bases de sustentación de una burguesía nacional, que fuera el motor del desarrollo. La fórmula elegida fue: Autoritarismo + Tecnocracia + Crecimiento. La Democracia Política no era suprimida, sino que terminaba condicionada por intermedio del dominio de un Partido oficioso, que siempre debía ganar; y la existencia de fuerzas opositoras, condenadas inexorablemente a “controlar el poder”, desde los márgenes.
El caso chileno también fue muy importante, ya que en la época de la que estamos hablando, se había pasado de un gobierno de derechas, presidido por Arturo Alessandri; a uno de izquierdas, con Salvador Allende, liderando la Unidad Popular. Y, entre ambos, la experiencia reformista de los democristianos de Eduardo Frei. La coalición oficialista promete a Chile, en 1970, una revolución social: “La Vía Chilena al Socialismo”. El resultado de su fracaso, fue la creación de una tiranía sangrienta por parte de las Fuerzas Armadas, bajo el General Augusto Pinochet; que puede ser tomada como un antecedente para el futuro político de la Argentina. Debido al objetivo pinochetista de consolidar el régimen por medio de una fuerte represión, se produce en el país trasandino un fuerte trastocamiento de valores, que llevará a la institucionalización de un sistema político controlado por los militares y favorecedor de la concentración económica más brutal.
Finalmente, en nuestro país, la llamada Revolución Argentina suprimió la Democracia y disolvió los partidos. La programática del General Juan Carlos Onganía, tenía enormes puntos de contacto con Brasil; pero, la enorme diferencia, radicó en que los militares azules estuvieron sólo 4 años en el poder, y las consecuencias económicas resultaron ser muy desastrosas. Lo cierto es que estos Estados burocráticos y autoritarios, traían una intencionalidad muy evidente: querían sustituir a las burguesías de base agraria, por las de base industrial. Es decir, trataban de ubicar, con criterios modernizadores, a los países del Extremo Occidente dentro de la economía global, todavía en acelerado crecimiento. En el caso de Brasil, en términos relativos, el proyecto tuvo éxito; en el caso argentino, fracasó totalmente.
Y fue justo en esas circunstancias, cuando iban a producirse la crisis del petróleo y la emergencia de un sistema financiero reforzado, hegemónico, dentro del Capitalismo Occidental. A nivel regional, las burguesías tradicionales, agrarias y comerciales, son desplazadas del centro de la escena, por las corporaciones y los bancos. El escenario será ya otro a partir de 1973 y 1975; cuando van a desarrollarse tendencias contrarias a la continuidad de los Estados de Bienestar surgidos de la posguerra, y la consolidación del Neoliberalismo más crudo.
Por lo tanto, puede decirse que la llegada del Proceso de Reorganización Nacional, el 24 de marzo de 1976, será la manifestación más evidente y cruda de una crisis estructural de la cultura y la sociedad argentina, que tenía antecedentes muy lejanos, pero que estallará con fuerza luego del fracaso de los gobiernos peronistas, entre 1973 y 1975. Porque lo que la Dictadura Genocida viene a evidenciar, es la impotencia crónica de las fuerzas populares para construir, con solidez y estabilidad, una Democracia Social Integrada.
Porque el Peronismo, desde 1943, había buscado eso. Y los años transcurridos entre su emergencia y su trágico final, con la muerte del Líder, en 1974; fue un intento, glorioso y heroico, por impedir la consolidación, en Argentina, de un sistema social y político desigual y autoritario. Hasta marzo de 1976, nuestro Pueblo no se mostró dispuesto a abandonar las conquistas conseguidas en los años ‘40 y ‘50. La resistencia y la derrota de los sucesivos mecanismos proscriptivos desde 1955 expresaron, cada uno a su manera, la imposibilidad fáctica, material, de cambiar una mentalidad colectiva.
Así, el Golpe de Estado de 1976, y el Régimen de Terror a él asociado, no constituyeron una anécdota más, en el largo decurso de nuestra proverbial inestabilidad política. Su naturaleza eminentemente criminal lo diferenció, desde el minuto cero, de otras intervenciones castrenses; pero no lo definió en su esencia última. Lo que lo hizo brutalmente original y distinto, fue su vocación por llevar a la práctica, una reformulación integral del destino nacional, una modificación sustantiva de las bases sobre las cuales la Argentina Moderna debía realizarse. Un experimento criminal y anti histórico, cuyas consecuencias todavía nos lastiman y nos afectan como Comunidad.
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