Por Elías de la Cera

Gracias le quisiera dar
a un sabio de Grecia
que supo bordar
lo ideal y lo real,
creando la ciencia.
Por tu obra prolífica,
el bronce de occidente.
Por la condición inherente
al hombre; la política.
Por el hoplita belicoso
que no conoce el miedo,
por la cobarde flecha del Medo
y la insignia del Griego orgulloso.
Por el bárbaro obligado
y la falange impenetrable,
que protegen (es probable)
tu historia y tu legado.
Por Alejandro y su brío
incesante. Tu mejor pupilo.
Que con el terminante filo
de su espada, conquistó los
confines de Darío.
Por tu maestro y por el mío,
que nos enseñaron lo que sabemos,
Y que ante sus lecciones creemos
alcanzarlo todo; llenar el vacío.
Por un pintor del Renacimiento
que te pintó señalando la tierra.
Y como el Dios de Agustín lo hiciera
Ambos dos son puro pensamiento.
En su primera declaración
un grupo de personas te nombra.
Reivindican un concepto que asombra,
lo común, lo colectivo; Koinón.
Tu más reciente creación.
Una creación austera,
pero que, a fin de cuentas,
busca, al igual que todas tus mentas,
traer un pedacito de cielo a la tierra.