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A un año…

Por Silvano Pascuzzo


Esta semana, Koinón cumple un año. Los que formamos parte de su nacimiento, hemos recorrido ya una parte del trayecto que nos propusiéramos seguir, imbuidos de la convicción de que es posible concretar sueños y aspiraciones, de forma colectiva. La vieja esperanza de los pensadores clásicos y de los líderes populares de todos los tiempos, plagada de obstáculos en su concreción, puestos por el egoísmo, el faccionalismo y la banalidad; pero hermosa en el instante mismo en que brilla, como guía para la acción generosa y solidaria.

Estábamos, entonces, y aún lo estamos, convencidos de la fecundidad del esfuerzo “comunitario”; no precisamente en gran escala – tal y como lo concibieron todos los grandes revolucionarios modernos – sino en dimensiones humildes y cotidianas; en el aquí y el ahora, sin estridencias ni fanfarrias que anuncien su “Aurora”. Un camino recorrido con perseverancia, que es el signo y la matriz en la que se forjan los cambios realmente trascendentes.

Partíamos, en una palabra, de tres certezas. La primera, era la convicción de que ninguna pulsión individual es concretable en un contexto que no se guía por algún tipo de concepción comunitaria. La “Ética de la Solidaridad” es, siempre, el suelo en el que germinan los grandes talentos y las obras más sublimes. Nosotros, que creemos en la potencialidad del Individuo – portador de virtudes y de defectos – estamos persuadidos, a la vez, de que sin el aporte de “los otros”, sus actos y sus pensamientos, han de perderse en un pantano de egoísmo banal.

La segunda certeza apuntaba a poner, en el centro de la acción productora, al Tiempo como un aliado indispensable de los sueños y de las aspiraciones de los seres humanos. Esa virtud esquiva, la paciencia, es la que permite a los hombres perfeccionarse y mejorar en sus conductas y en el trabajo productivo, más allá de sus efímeras existencias. Además del uso, de su utilidad material, es el fruto del esfuerzo y la dedicación – tal y como lo señalara en sus escritos, el Coloso de Tréveris, Karl Marx (1818-1883) – implica dejar una huella, compartir con los que vendrán, y con los que con nosotros conviven, los resultados de la creatividad y el talento.

La tercera, consistía en aceptar que, en todo colectivo humano, en toda “Koinonía” (Comunidad), existen personas cuyo único y principal motor es el egoísmo. En defensa de quienes, con honestidad, desprendimiento e individualismo solidariamente orientado, laboran todos los días para ayudar a sus semejantes; es que se hace imprescindible “ensanchar la grieta”. La Política – una actividad noble y hermosa – practicada exclusivamente en provecho propio, se parece a la Traición, y siempre es generadora de Injusticia. Los individuos que practican ese arte – el de la dominación – son peligrosos, porque detrás de sus actos, siempre descubrimos el Mal, como expresión de la cruda y descarada instrumentación de los demás.

No tenemos signos partidarios, pero sí, fuertes identidades que defender y comunicar con orgullo. Creemos en la realidad del Pueblo y de la Patria, como sinónimos de construcciones solidarias y trascendentes, como una proyección de destino. Tratamos de aportar a la edificación de “La casa común”; conociendo y explicitando nuestras limitaciones y nuestras carencias; para confluir, con otros aportes y capacidades, en la obra colectiva. Esa es nuestra causa y nuestro ideal.

Me gustaría, por otro lado, y a título personal, agradecer a todos los compañeros y compañeras que leen y siguen nuestras notas, semana tras semana y mes tras mes; y a los que contribuyeron a lo largo de este tiempo con notas, artículos y mensajes de apoyo. También a los que me acompañan en la concreción de esta aventura: Lautaro García Lucchesi, Matías Slodky, Elías De La Cera y Paris Goyeneche; así como a los miembros del Consejo Asesor: Alejandra López, Néstor Forero y Mario Morant. Y en especial, trasmitir mi cariño y respeto de siempre, a Gonzalo Cueto, colega y compañero de estudios en la querida Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador, resaltando su esfuerzo cotidiano y su trabajo permanente, para que crezca y se fortifique nuestro portal; valorando al mismo tiempo, a nuestro diseñador, Diego Rilo, a quien conozco desde que éramos unos pibes inquietos de apenas nueve años, y a quien debemos tanto. Sin olvidar a Julieta Bacchetta, Iván Albornoz, Daniel Barbagellata, Sergio Álvarez, Sofía Carstein, Marcelo Montenegro, Juan José Martínez, Juan Zabala, Juan Manuel Barrientos, Ezequiel Ianonne, Juan Ignacio Macarrone, Liliana Aggio, Diego Orellana y Bruno Amarillo; compañeros y compañeras de la vida, que son parte del equipo también.

Finalmente, recordar a cuatro personas, que fueron importantes en mi formación como hombre y como argentino: mi Padre, uno de esos héroes anónimos que ha tenido, a lo largo de su intensa vida, el Movimiento Nacional y Popular; Néstor Carlos Kirchner, un flaco extraordinario y desprejuiciado, que un Día me convocó desde un Sueño, para que mi destino confluyera con otros en la tarea común de salvar a la Patria y reivindicar la Justicia; Hugo Isola, un tipo de barrio, canchero y solidario, con la sabiduría de quien creciera en las calles y aprendiera, a golpes, el sentido de la Solidaridad, para irse repentinamente, en silencio, dejando huella y marcando caminos; y, naturalmente, Jorge Osvaldo Furman, mi hermano, mi amigo y mi Maestro, el forjador real de todas y cada uno de las ideas que volcamos en Koinón.

Haciendo propios los dichos que vertiera, en un reportaje para la revista cubana Bohemia, en 1958, ese arquetipo heroico, de Patriota Guerrillero, que fuera El Che: ”Estos idealistas que tú ves aquí, se han hecho héroes en el fragor del combate, de la lucha colectiva por la Justicia y la Dignidad”; nosotros tenemos como Norte aquel grito de guerra del Mártir colombiano Jorge Eleizer Gaitán, que tanto repitiera el Comandante Hugo Chávez Frías; y que rezaba: “Yo, ya no soy Yo; yo soy Pueblo”. Gracias queridos amigos. Hasta la Victoria, Siempre. Por un año más.

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